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  CONOCIENDO A DIOS
 

A través de la historia, grandes hombres de Dios se han dedicado al estudio del carácter de Dios y han animado a otros a hacer lo mismo.  Hay que considerar lo que algunos de estos hombres de Dios tienen que decir acerca del estudio de los atributos de Dios.

Hace más de 30 años, A.W. Tozer escribió sobre la perentoria necesidad que tiene la iglesia de revisar su concepto de Dios, debido a la concepción distorsionada que se tiene de Él:

«Opino que el concepto cristiano de Dios que se tiene en esta mitad del sigo veinte, está en un grado de tal decadencia, que se considera en una posición completamente por debajo de la dignidad del Dios Supremo y que actualmente constituye para los creyentes confesos, algo similar a una calamidad moral»[2]

Tozer, continua:

«La obligación mas pesada que yace hoy sobre la iglesia cristiana, es purificar y elevar su concepto de Dios, hasta que sea nuevamente digno de Él»[3].

 A.W. Pink, tiene la misma opinión:

«El dios de este siglo ya no se parece al Soberano de las Santas Escrituras, sino el débil flamear de una vela a la gloria del sol del medio día.  El dios de quien se habla en los pulpitos, del que se habla en las Escuelas Dominicales, el que se menciona en la mayoría de la literatura en estos días y del que se predica en la mayoría de las llamadas conferencias bíblicas, es una ficción de la imaginación humana; un invento de sentimentalismo excesivo.  Los paganos afuera del cristianismo pálido, construyen dioses de madera y piedra, en tanto que millones de paganos dentro del cristianismo, construyen un dios a partir de sus mentes carnales»[4]

En una de sus cartas a Erasmo, Martín Lutero dijo:  «Tus pensamientos sobre Dios, son demasiado humanos»[5].

Hablando de Dios, el salmista de la antigüedad, escribió lo mismo en estas palabras:

«Estas cosas hiciste, y yo he callado; pensabas que de cierto sería yo como tú, pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos» (Salmo 50:21).

Sería difícil sobreestimar la importancia del estudio de Dios.  Las palabras de Charles Haddon Spurgeon, son citados con frecuencia por aquellos que se embarcan en un estudio sobre los atributos de Dios.

«Nada agrandará más el intelecto, nada magnificará tanto el alma del hombre, como una investigación devota, seria y continua del gran tema de la Deidad.  El estudio más excelente para engrandecer el alma, es la ciencia de Cristo, de Él crucificado y del conocimiento de Dios....»[6]

«El estudio adecuado del cristiano, es la Deidad.  La ciencia más alta, la especulación más elevada, la filosofía más poderosa, que puede cautivar la atención de un hijo de Dios, es el nombre, la naturaleza, la persona, los hechos y la existencia del gran Dios, a quien él llama su Padre.  Existe algo que excede toda mejoría de una mente en la contemplación de la Divinidad.  Es un tema tan amplio, que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo se ahoga en el infinito.  Podemos comprender y abordar otros temas; en ellos sentimos algo como una autosatisfacción y seguir adelante con la idea:  “Mirad, soy sabio”.  Pero cuando llegamos a esta ciencia maestra, viendo que nuestra plomada no toca fondo y que nuestro ojo de águila es incapaz de ver su altura, nos alejamos con este pensamiento:  “Pertenezco al ayer y no sé nada”»[7]

El estudio de la naturaleza de Dios y de Su carácter, es el máximo llamado al cristiano y es de gran importancia y valor práctico:

«¿Para qué fuimos hechos? ¿Qué objetivo debemos establecer en nuestra vida?  Conocer a Dios. 

¿Cuál es ‘la vida eterna’ que da Jesús?  El conocimiento de Dios.  “Y esta es la vida eterna:  que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”  (Juan 17:3).  

¿Qué es lo mejor de la vida?  ¿Tener más gozo, alegría y contentamiento?  No, el conocimiento de Dios.  “Así dijo Jehová:  No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.  Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar:  en entenderme y conocerme...”  (Jeremías 9:23s.). 

De todos los estados que Dios ve en el hombre, ¿cuál es el que le da más placer?  Que el hombre le conozca.  “...quiero conocimiento de Dios más que holocaustos”  (Óseas 6:6).  

...Una vez que tomamos conciencia que la prioridad de estar aquí es conocer a Dios, la mayoría de los problemas de la vida ocupan el lugar que verdaderamente les corresponde...  Lo que hace que la vida merezca la pena, es tener un gran objetivo, algo que cautive nuestra imaginación y sostenga nuestra lealtad y esto el cristiano lo tiene más que nadie.  Pues, ¿qué meta más alta se puede tener, con más exaltación y mayor compromiso que conocer a Dios?»[8]

 

La Relevancia Práctica del Carácter de Dios para el Cristiano

Pero el estudio del carácter de Dios, ¿es sólo un tema para predicadores y teólogos?  Un estudio como este, ¿tiene realmente un valor práctico?  J.I. Packer, formula estas preguntas y rápidamente las contesta:

«¿Por qué alguien debe tomarse el tiempo para este tipo de estudio que usted propone?  Seguramente un laico de cualquier naturaleza, puede vivir sin él.  Después de  todo, estamos en 1972 y no en 1855.  ¡Es una pegunta aceptable!... pero creo que existe una respuesta muy convincente.  El que pregunta asume claramente que un estudio de la naturaleza y del carácter de Dios, será poco práctico e irrelevante para la vida.  Sin embargo, es el proyecto más práctico en el que cualquiera pueda comprometerse.  Conocer a Dios es absolutamente importante para vivir nuestras vidas...  Descuide el estudio de Dios y se sentenciara a sí mismo y andará a tropezones ciegamente por la vida, sin un sentido de dirección y sin comprender lo que le rodea.  De esta forma usted podrá malgastar su vida y perder su alma»[9]

 

Al iniciar un estudio sobre los atributos de Dios, quisiera desafiarles a abrazar esta iniciativa como un compromiso personal.  Consideren las siguientes formas de cómo el estudio de los atributos de Dios impactan la vida del cristiano:

(1) La forma de “ver” a Dios, es llegar a conocerle a través de un estudio de Su carácter tal como lo revelan las Escrituras.

“Nadie puede ver a Dios y vivir”  (Éxodo 33:20).  “A Dios nadie le vio jamás”  (Juan 1:18). 

Hubo hombres que ‘vieron’ a Dios parcialmente varias veces al aparecer Él bajo varias formas ( Éxodo 24:9-11; 33:17-34:7; Isaías 6:5).  En cada una de las instancias en que Dios se manifestó visible a los hombres, sólo hubo una revelación parcial de Su gloria, pues el hombre no puede mirar todo el esplendor de Dios al igual que no puede mirar al sol directamente.  Incluso en la venida de nuestro Señor, quien manifestó a Dios a los hombres (Juan 1:18; 14:8-9; Hebreos 1:1-3), la completa revelación de Su gloria fue ‘velada’, permitiendo sólo una mirada ocasional a esa gloria, tal como en Su transfiguración (Mateo 17:1-8).  No fue la apariencia física de nuestro Señor lo que impresionó a los hombres.  En realidad, no sabemos absolutamente nada de Su apariencia física; solamente que no era particularmente atractiva de manera que los hombres se fijaran en Él en base sólo a Su apariencia  (Isaías 53:2).

Estamos entre aquellos que no han ‘visto’ a su Señor (Juan 20:29; 1ª Pedro 1:8).  Lo que tenemos a nuestro alcance de la naturaleza de Dios tal como es revelado en Jesucristo, deberá limitarse a lo que las Escrituras enseñan con relación a Sus enseñanzas, ministerio y carácter.  En el análisis final, podemos ‘ver’ y conocer a Dios a través de las Escrituras, en la medida que ellas nos revelen Su carácter.

 

(2)  El carácter de Dios es la base y el estándar para toda la moral humana.

En el último versículo de Jueces, leemos:

“En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”  (Jueces 21:25).

Se podría pensar que la solución para este dilema era un rey humano; pero no lo era.  La clase de ‘rey’ que Israel deseaba, en realidad era un ídolo.  Deseaban un rey a quien pudieran ver, un hombre que fuera delante de ellos en las batallas.  Deseaban un rey que fuera como el del resto de las naciones (Deuteronomio 17:14-17).  Cuando la gente se acercó a Samuel y le solicitó un rey, Dios señaló que en realidad el pueblo lo estaba rechazando como Su rey:

“...y le dijeron:  He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue igual que todas las naciones.  Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron:  Danos un rey que nos juzgue.  Y Samuel oró a Jehová.  Y dijo Jehová a Samuel:  Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos”  (1ª Samuel 8:5-7).

Es así que cuando los israelitas pidieron un rey humano, estaban rechazando a Dios como su rey.  Cuando el Libro de los Jueces nos indican que los israelitas no tenían rey, significa que la nación no reconocía ni servía a Dios como su Rey (Éxodo 15:18; Salmo 10:16; 29:10).  Y es sin Dios como Rey, que los hombres establecen las normas de su conducta — “todo hombre hacía lo que bien le parecía”.

Dios le dio la Ley a la nación de Israel después que Él llego a ser su ‘Rey’ en el éxodo (Éxodo 15:18).  Él demostró Su poder y soberanía, incluso sobre Faraón.  Y como el ‘Rey’ de Israel, Dios estableció la constitución del reino que estaba a punto de constituir.  El formato del Pacto Mosaico, como ha sido considerado por los estudiosos, era el mismo de otros tratados de aquellos días entre reyes (o soberanos) sobre su pueblo (o vasallos).  Dios fue el estándar de la moral y por lo tanto, Él estableció la norma de conducta para Su pueblo.  Las leyes que Dios estableció en el Monte Sinaí, nacieron de Su propio carácter.  Dios le dijo a Su pueblo:  Sed santos, porque yo soy santo (Levítico 11:44-45; 19:2; 20:7; ver 1ª Pedro 1:16).

¿Les asombra que todo hombre hace lo que bien le parece en el día de hoy?  ¿Nos asombramos que la iglesia se muestre tan sin carácter frente a la moral?  La Biblia nos dice el motivo:  “Hemos dejado de ponderar y apreciar la perfección moral de Dios”.  Y una vez que nuestra visión de la santidad de Dios ha disminuido, nuestros valores morales declinan en forma proporcional.  El estudio del carácter de Dios, establecerá y afirmará la moral.

 

(3)  Pensar erróneamente con respecto a Dios, es el pecado de idolatría y conlleva a un sinnúmero de pecados.

Tozer identifica correctamente visiones de Dios erróneas o distorsionadas, como idolatría:

«Entre los pecados hacia los cuales el corazón del hombre esta más susceptible y el que es lejos el más odiado por Dios, es la idolatría, pues ésta es en sí una difamación de Su carácter.  El corazón idólatra asume que Dios es cualquier cosa, menos lo que realmente Él es...  Cuidémonos de que en nuestro orgullo, aceptamos erróneamente que la idolatría sólo consiste en arrodillarse ante objetos visibles de adoración y que por lo tanto, la gente civilizada está libre de hacerlo.  La esencia de la idolatría es tener pensamientos sobre Dios que no  le corresponden a Él»[10]

 

Pensar equivocadamente sobre Dios, es idolatría y para Él esto es deshonroso, porque así se tiene una visión de Dios que no es la suya (y es menos de lo que Él es).  Pero esta idolatría en la forma equivocada de pensar de Dios, es también la raíz de muchos otros males.  Pensar equivocadamente acerca de Dios, conduce al pecado. 

Tozer escribe: «Creo que apenas pueda existir un error en doctrina o un error en la aplicación de la ética cristiana que no pueda conducir finalmente a pensamientos imperfectos y miserables acerca de Dios»[11].

 

Los pensamientos errados acerca de Dios, fueron la raíz de la caída del hombre en el Jardín del Edén.  En Génesis 3, el carácter de Dios fue degradado en primer lugar por Satanás.  Por medio de la táctica desviada de preguntas y respuestas de Satanás, Dios es retratado como un mentiroso (¿Conque Dios os ha dicho...? v.1), (“No moriréis”  v.4).  Basada en la creencia que Dios era menos que lo que parecía ser, Eva actuó independientemente de Dios y tanto ella como su esposo desobedecieron a Dios, comiendo el fruto prohibido.  La visión errada de Dios está en la raíz de muchos pecados.

 

(4)Nuestro llamado y destino es conocer a Dios íntimamente; como también nuestra esperanza, nuestro gran privilegio y bendición y esto debe ser nuestra gran ambición.

Así dijo Jehová:  No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas”  (Jeremías 9:23).

 

“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.  Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”  (1ª Corintios 13:12).

 

“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”  (Filipenses 3:10).

 

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”  (1ª Juan 3:2)

 

“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”  (Efesios 3:14-19)

 

(5)  El estudio sobre los atributos de Dios, es la base para gozarnos en Él y para nuestro crecimiento espiritual.

Toda relación personal con Dios, requiere que le conozcamos personalmente, como una Persona.  Los atributos de Dios, son una descripción de Su carácter y es a través del conocimiento de Su carácter, que llegamos a conocerle íntimamente y a gozarnos de Dios como Persona.

Por fe en Jesucristo, hemos sido salvos, “...por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina...” (2ª Pedro 1:4).  

Hemos llegado a ser parte de la iglesia, el cuerpo de Cristo, que esta creciendo “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13)

Al “verlo como Él es” (1ª Juan 3:2), seremos semejantes a Él; conocer el carácter de Dios, es por lo tanto, la base de nuestra propia transformación en Su semejanza.

 

(6)  Los atributos de Dios son fundamento para nuestra fe y esperanza.

Al conocer el carácter de Dios, nos aseguramos que Él puede y hará todo lo que se propone y promete.  Tener fe en Dios es confiar en Él y Sus atributos son la base de esa fe, porque Él es capaz y está deseoso de hacer todo lo que ha prometido.

“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”  (Hebreos 10:23)

“Porque sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”  (Hebreos 11:6”

“De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”  (1ª  Pedro 4:19).

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”  (1ª Juan 1:9).

 

(7)  El estudio de los atributos de Dios, incrementa nuestra adoración.

Adoramos a Dios por lo que Él es.  Los atributos de Dios son una descripción de lo que Él es.  Cuando Dios es adorado en la Biblia, es adorado como una respuesta a Sus atributos.  Es adorado como el Único eterno.

“Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir:  Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir”  (Apocalipsis 4:8).

Especialmente en los Salmos vemos que la adoración a Dios esta estrechamente vinculada al reconocimiento de Sus atributos.

“Alabaré a Jehová conforme a su justicia, y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo”  (Salmo 7:17)

“Alabad a Jehová, porque el es bueno; porque para siempre es su misericordia”  (Salmo 107:1)

 

(8)  El estudio de los atributos de Dios, debiera estimular nuestra vida de oración.

Al conocer el carácter de Dios, no sólo nos instruimos en el motivo de nuestras oraciones —que deben estar de acuerdo con Su carácter— sino que también nos aseguramos que Dios es capaz y esta deseoso de contestarlas.  No oramos a cualquiera; le oramos a Él quien oye nuestras oraciones y que está deseando y es capaz de responderlas.  Una vez más, en el libro de los Salmos podemos ver peticiones de hombres unidos a los atributos de Dios.

“(Para el director del coro; para acompañamiento de flauta.  Un Salmo de David).  Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir.  Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré.  Oh, Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.  Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti.  Los insensatos no estarán delante de tus ojos”  (Salmo 5:1- 5).

 

(9) El estudio de los atributos de Dios, debiera estimular nuestra sabiduría.

Los hombres sólo pueden ser salvos cuando llegan a reconocer que están perdidos y verán su pecado sólo cuando comienzan a reconocer a Dios como el Único que es santo y recto y justo.  La conversión de Pablo es una ilustración dramática de este reconocimiento de la corrupción humana a la luz de la gloria de Dios (Hechos 9:1-22).  Nuestra tarea principal, no es ganar almas, sino demostrar y promocionar la gloria de Dios.

“Si, pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”  (1ª Corintios 10:31).

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, NACIÓN  santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais su pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no HABÍAIS alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”  (1ª Pedro 2:9-10).

Los atributos de Dios son tanto Sus características como Sus ‘excelencias’.  Su naturaleza y carácter, son Sus excelencias.  Su perfección, Su gloria.  Conocer la excelencia de Dios, es el punto de partida para practicarla y proclamarla entre los hombres. Al hacerlo, algunos serán salvos; pero Dios será glorificado ya sea que los hombres sean salvos o no.  Los elegidos serán salvos para la gloria de Dios (Romanos 9:23) y los que se pierdan, glorificarán a Dios en el día de Su visitación (1ª Pedro 2:11-12).

 

(10)  El buscar conocer el carácter de Dios, nos estimula y enriquece nuestro estudio de las Escrituras.

Las Escrituras son la principal fuente de instrucción con respecto a los atributos de Dios. En la medida que buscamos aprender el carácter de Dios, pronto descubriremos que tenemos una nueva perspectiva de las Escrituras.  Incluso aquellos textos que alguna vez consideramos aburridos, recobran vida en cuanto comenzamos a ver el carácter de Dios descrito en ellos.  Imagínense llegar a un lugar donde, al igual que David, podemos orar estas palabras relacionadas con la ley del Antiguo Testamento:

“En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos.  Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras.  Haz bien a tu siervo; que viva, y guarde tu palabra.  Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”  (Salmo 119:15-18).

Porciones aparentemente oscuras y difíciles de la Biblia, recobran vida cuando las miramos de acuerdo al carácter de Dios.  Textos proféticos (como el Apocalipsis), tienen mucho que decirnos del carácter de Dios.  Tal vez mal gastamos mucho tiempo y esfuerzo intentando resolver misterios que no se pretende que comprendamos (Deuteronomio 29:29), en vez de enfocarnos en el carácter de Dios, que con frecuencia está claramente retratado en textos simbólicos u oscuros.  Cuando nos acercamos a las Escrituras para saber cómo es Dios, no nos desilusionaremos.

 

(11)  Cuando nos enfocamos en los atributos de Dios, comenzamos a ver la vida desde una nueva perspectiva —la perspectiva de Dios.

Nada cambiará en forma más radical la forma en que miramos la vida y nuestras circunstancias.  En el Salmo 73, Asaf confiesa que cuando comenzó a mirar la vida desde la perspectiva de Dios, vio las cosas bajo un espectro completamente diferente.  Cuando nuestro deseo es conocer a Dios, conocer Su carácter y Su naturaleza, le damos la bienvenida a aquellas circunstancias que facilitaron una relación más íntima con Dios.  Y es así que el apóstol Pablo nos dice que él le da la bienvenida al sufrimiento, si este le permite conocer mejor a Dios:

“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte:  (Filipenses 3:8-10).

El deseo de conocer a Dios íntimamente por el conocimiento de Su carácter, pone nuestro servicio en una perspectiva especial.  Piensen en el pasaje de María y Marta en el Evangelio de Lucas:

“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.  Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.  Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo:  Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?  Dile, pues, que me ayude.  Respondiendo Jesús, le dijo:  Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.  Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”  (Lucas 10:38-42).

María escogió ‘una cosa’:  la ‘mejor’, para adorar al Señor, sentándose a Sus pies y deleitándose en todo lo que Él es.  Marta escogió algo de menor valor y se enojó porque María no estaba trabajando con ella.  Cuando conocer a Dios se convierte en nuestra prioridad, servirle se convierte en un trabajo adicional de nuestra devoción y no en un impedimento.

 

El Testimonio de Hombres en Las Escrituras

Estudiar los atributos de Dios —ver a Dios tal como Él es— es una experiencia que transforma la vida.  Ver a Dios en Su grandeza y gloria, ha transformado vidas.  Los grandes hombres de la Biblia, fueron aquellos que sintieron pasión por conocer a Dios; eran hombres que llegaron a ‘ver’ a Dios.  Enfoquemos nuestra atención en dos hombres cuyas vidas fueron transformadas al lograr una mayor comprensión de los atributos de Dios.

Job, sostenido por Dios, fue “...un varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal...” (Job 1:8).  Dios permitió una serie de desastres para afligir a Job a través de Satanás.  Job fue ‘aconsejado’ por sus amigos, lo que sólo le añadió más sufrimiento.  Job se estaba debilitando bajo el peso de sus aflicciones, cuando Dios personalmente, lo reprendió.  Dios no le explicó porqué Él había permitido que el sufrimiento rompiera su vida.  No le informó a Job que Satanás estaba involucrado o de Su propio propósito para todo lo que había sucedido.  Simplemente, le recordó que Él era Dios y algunos de Sus atributos como Dios (Job 38-41).  Le recordó a Job su naturaleza finita y su falibilidad.  Job se arrepintió.  Ya no quiso saber por qué Dios estaba actuando como lo estaba haciendo en su vida.  Ya no necesitaba saber.  Todo lo que necesitaba saber era que lo que estaba sucediendo era obra de Dios y que Dios, como Dios, quería y podía actuar como lo creyera mejor.  Los atributos de Dios hicieron retroceder a Job, espiritualmente hablando, y le aseguró que si conocía a Dios, conocía lo suficiente.  Su sufrimiento jamás fue explicado,  porque vino de Dios.  Observen estas palabras, al final del libro de Job:

“Y aconteció que después que hablo Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz Temanita:  Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mi lo recto, como mi siervo Job”  (Job 42:7).

Estas palabras indican algo muy importante, pues revelan que Dios hizo una diferencia entre Job y su respuesta a su aflicción y sus tres amigos con la respuesta a la aflicción de Job. ¡Los amigos de Job, estaban equivocados!  Debían arrepentirse.  ¿Su error?  No hablaron lo correcto acerca de Dios.

Job había hablado correctamente de Dios; pero, ¿cuándo?  Pienso que Job habló correctamente de Dios al comienzo de sus problemas (Job 1:21-22) y después, al final de ellos cuando se arrepintió:

“Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.  ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?  Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.  Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás.  De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven, por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza”  (Job 42:1-6).

Job está diciendo:  “Antes de mi sufrimiento, sabía de ti.  Pero ahora, después de mi sufrimiento y después de oír tus palabras de reprensión (recordándome Tus atributos), he llegado a conocerte”.  Job ‘oyó de Dios’ por el sentido de la audición; pero ahora Job ‘ha visto a Dios’.  Job llegó a conocer a Dios en forma más completa.  Su sufrimiento sirvió a los altos propósitos de Dios, todavía ignorados por Job. Pero también sirvieron al propósito que Dios tenia para Job, que era el hacer que lo conociera completamente y que apreciara Sus atributos y así llegar a conocerlo mejor.  Los atributos de Dios hicieron que Job pensara correctamente de Dios y así, que respondiera correctamente  a su sufrimiento.

De la misma forma, Moisés fue cambiado radicalmente como resultado de ir conociendo cada vez más, los atributos de Dios.  Considere la secuencia de los eventos en la vida de Moisés, que le revelaron los atributos de Dios lo que tuvo como resultado una intimidad creciente con Él.  El primer encuentro de Moisés con Dios, se describe en Éxodo 3:

“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Orbe, monte de Dios.  Y se le acercó el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.  Entonces Moisés dijo:  Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.  Viendo Jehová que él iba ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo:  ¡Moisés, Moisés!  Y él respondió:  Heme aquí.  Y dijo:  No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.  Y dijo:  Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.  Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”  (v. 1-6).  “Entonces Moisés respondió a Dios:  ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?  Y él respondió:  Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado:  cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.  Dijo Moisés a Dios:  He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo:  El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros.  Si ellos me preguntaren:  ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?  Y respondió Dios a Moisés:  Yo Soy el que Soy.  Y dijo:  Así dirás a los hijos de Israel:  Yo soy me envió a vosotros.  Además dijo Dios a Moisés:  Así dirás a los hijos de Israel:  Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros.  Este es mi nombre para siempre; con el se me recordará por todos los siglos”  (Éxodo 3:11-15).

En el primer encuentro de Moisés con Dios, se revelaron varios atributos importantes de Dios, incluso si Moisés no los captó o no creyó en ellos.

Primero:  Moisés fue instruido en que el Dios de Israel, es un Dios eterno.  La zarza ardiente, no se ’quemó’, simplemente ‘ardía’.  La zarza ardiente fue una manifestación simbólica de Dios, quien es eterno.  Él, al igual que el fuego, no tiene fin.  Y en ese mismo encuentro, Dios le dijo a Moisés uno de Sus nombres.  Dios es el grande y el eterno “Yo Soy” (versículo 14).  Moisés llegaría a apreciar la eternidad de Dios en el futuro.  ¿No es sorprendente que el único Salmo escrito por Moisés (Salmo 90), refleja la eternidad de Dios?

Segundo:  A Moisés se le aseguró la presencia continua de Dios cuando fuera a Egipto a llevar a cabo la tarea divina que se le había encomendado (Salmo 90:12).  Esta presencia sin fin, es celebrada por David en el Salmo 139 y también es prometida por el Señor Jesucristo a Sus discípulos cuando les entregó la Gran Comisión (Mateo 28:18-20; también Hebreos 13:5).  Muy pronto Moisés estaría clamando a Dios para que Él hiciera según lo prometido (Éxodo 33:12-16; 34:8-9).

Tercero:  En el encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente, recibió instrucciones acerca de la santidad de Dios.  Se le dijo a Moisés que no se acercara a la zarza y que se sacara el calzado, pues la tierra que rodeaba la zarza era santa (Éxodo 3:5-6).  La santidad de Dios, llegaría a ser un tema de suma importancia en el ministerio de Moisés.

Si en Éxodo 3, se deja a Moisés a una distancia dada de Dios, en el resto del libro de Éxodo, se describe el intenso deseo suyo de acercarse a Dios y conocerlo más.  Cuando Dios liberó a Israel de Egipto, Él se apareció en la forma de una nube, separándolos de los egipcios y conduciéndolos a la tierra prometida (Éxodo 14:19-20).  En el Monte Sinaí, donde Dios entregó la Ley a los israelitas, se manifestó a Sí mismo delante de la nación, como fuego, humo, una nube, trueno, relámpago y terremoto (Éxodo 19:21-25).  El pueblo y los sacerdotes fueron tenidos a distancia impidiéndoles siquiera echar una mirada a Dios (19:21-25).

En Éxodo 24, sucede algo muy poco común.  A Moisés, junto con Aarón y sus dos hijos, Nadab y Abiú, acompañados por 70 de los ancianos del pueblo, se les otorga una manifestación especial de la gloria de Dios:

“Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando esta sereno.  Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron”.

Así y todo, después de esta asombrosa revelación de Dios a los lideres de la nación, en ausencia de Moisés, tomaron parte en la fabricación de un ídolo contradiciendo las instrucciones precisas que Dios les había dado:

“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.  No tendrás dioses ajenos delante de mí.  No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.  No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”  (Éxodo 20:2-6).

“Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron:  Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.  Y Aarón les dijo:  Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.  Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él los tomo de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición.  Entonces dijeron:  Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.  Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo:  Mañana será fiesta para Jehová.  Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse”  (Éxodo 32:1-6).

¡Qué sorprendente!  Estos israelitas habían sido testigos del triunfo de Dios sobre los ‘dioses’ de Egipto durante el éxodo.  Le cantaron a Él alabanzas después de haber cruzado el Mar Rojo (Éxodo 15:1-18).  Vieron las manifestaciones espectaculares de la presencia de Dios en la montaña.  Aarón y sus hijos y 70 de los líderes de la nación, se vieron privilegiados al comer delante de la presencia de Dios.  Y aun así, en la breve ausencia de Moisés, quisieron hacer un ídolo, desobedeciendo abiertamente lo que se les había ordenado.

Dios amenazó con destruir a esta gente rebelde.  Ofreció formar una nueva nación a partir de la descendencia de Moisés (Éxodo 32:9-10).  Moisés intercedió delante de Dios por el pueblo para que Él tuviera misericordia de ellos y así cumplir con la promesa dada a Abraham y atraer gloria a Sí mismo entre las naciones (Éxodo 32:11-13).  Dios contuvo Su ira y prometió estar con Moisés mientras condujera al pueblo a la tierra prometida.  Pero Él mantendría Su distancia de esta gente tan obstinada.

“Jehová dijo a Moisés:  Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo:  A tu descendencia la daré; y yo enviaré delante de ti el ángel y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino:  (Éxodo 33:1-3).

Mientras Dios mantuvo Su distancia de los israelitas duros de cerviz, se acerco mas a Moisés de manera que disfrutó solo una intimidad con Él que no se veía desde el Jardín del Edén:

“Y Moisés tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión.  Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión que estaba fuera del campamento.  Y sucedía que cuando salía Moisés al tabernáculo, todo el pueblo se levantaba, y cada cual estaba en pie a la puerta de su tienda, y miraban en pos de Moisés, hasta que él entraba en el tabernáculo.  Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés.  Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo, se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba.  Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.  Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo” (Éxodo 33:7-11).

Se podría pensar que Moisés estaba satisfecho con la intimidad que había logrado con Dios; pero no lo estaba.  Quería más y más de Dios.  Como quería conocer a Dios mas íntimamente, hizo esta petición:

Y dijo Moisés a Jehová:  Mira, tú me dices a mí:  Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo.  Sin embargo, tú dices:  Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos.  Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.  Y él dijo:  Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.  Y Moisés respondió:  Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.  Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?  Y Jehová dijo a Moisés:  También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre.  El entonces dijo:  Te ruego que me muestres tu gloria”  (Éxodo 33:12-18).

La respuesta a la solicitud de Moisés, esta registrada en los siguientes versículos:

Y le respondió:  Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti, y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.  Dijo más:  No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá.  Y dijo aun Jehová:  He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.  Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; más no se verá mi rostro.  Y Jehová dijo a Moisés:  Alístate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste.  Prepárate, pues, para mañana, y sube de maraña al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte.  Y no suba hombre contigo, ni parezca alguno en todo el monte; ni ovejas ni bueyes pazcan delante del monte.  Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra.  Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová.  Y pasando Jehová por delante de él, proclamó:  ¡Jehová!  ¡Jehová!  Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.  Entonces Moisés, apresurándose, bajo la cabeza hacia el suelo y adoró”  (Éxodo 33:19-34:8).

Este incidente en la vida de Moisés, ciertamente debiera ser de enseñanza para nosotros; pero también debe motivarnos a seguir sus pasos.  Encontramos varias lecciones de este texto:

(1)    Vivir cerca de Dios es peligroso para aquellos que están en pecado y no son rectos

Dios ha dejado bien en claro que el hombre pecador debe mantener su distancia (Éxodo 19:21-24). 

Si Dios estuviera presente entre Su pueblo y estos persistieran en su pecado, Él les destruiría (Éxodo 33:3). 

El pecador no puede convivir con Dios.

 

(2)    Dios desea convivir con los hombres y Él provee los medios para ello. 

Dios se reveló a Sí mismo a los israelitas, a sus líderes y especialmente a Moisés.  Dios quiso manifestar Su gloria a los hombres.  Se glorificó a Sí mismo en Egipto, al derrotar a Faraón y a los egipcios.  Se glorificó a Sí mismo al conducir a la nación de Israel y manteniendo las promesas dadas a Abraham y a sus descendientes.

Dios manifiesta Su gloria a Sus escogidos, de manera que le adoren y le sirvan.  Los hombres no pueden convivir con Dios, debido a su pecado.  Moisés le solicitó a Dios que les acompañara a la tierra prometida y también que les perdonara sus pecados (Éxodo 34:9).  Debido al pecado del hombre, Dios proveyó para que Su pueblo pudiera convivir con Él.  Primero, Dios apartó a Su pueblo de manera que le adoraran (Éxodo 4:22-23).  A continuación, a Su pueblo le entregó la Ley, que diferenciaba a los santos de los que no lo eran.  La Ley definió aquello que es desagradable y detestable a los ojos de Dios.  También proveyó barreras que mantenían ciertos límites entre Él y los hombres.  El tabernáculo fue una de esas barreras.  Sólo un hombre podía entrar al lugar santo y sólo una vez al año.  Y, finalmente, Dios proveyó sacrificios de sangre de modo que los hombres pecadores pudieran ser perdonados y por ende, poder tener una comunión con Él.  Cuando el Señor Jesucristo fue crucificado en el Calvario, se convirtió en último y completo sacrificio, habiendo muerto por el pecado una sola vez y para siempre, por lo tanto ya no existen barreras entre los hombres y Dios, para aquellos que fueron perdonados y justificados en Cristo (Hebreos 9 y 10).

 

(3)    El haber conocido a Dios, fue el incentivo para Moisés de desear conocerle aun más íntimamente.  Cuando Dios se le apareció por primera vez a Moisés, este tuvo miedo de mirarlo por lo que escondió su rostro (Éxodo 3:6).  En Éxodo 33, leemos que Moisés le ruega a Dios que le muestre Su gloria.  ¿Qué pudo haber sucedido para que Moisés cambiara de opinión?  Creo que fue el mayor conocimiento de Dios que fue adquiriendo con el tiempo.  Nadie ha tenido el privilegio de convivir con Dios de la manera como Moisés lo hizo.  Dios se encontraba con él en forma regular y hablaba con él “cara a cara, como habla cualquiera a su compañero”  (Éxodo 33:11).  Y aun así, Moisés quería más de Dios.  Mientras más conocemos a Dios, más desearemos conocerle.  El conocimiento de Dios origina tanto la motivación y los medios para conocerle más.

 

(4)    Si no conocemos a Dios íntimamente, estaremos alejados de Dios y finalmente, llegaremos a la idolatría —creando un ‘dios’ a nuestro gusto.  Esto es lo que aprendemos del pueblo de Israel.  Fueron instruidos a mantener una distancia con Dios y así lo querían ellos.  Dejemos que Moisés interceda ante Dios.  Dejemos que él viva en peligro acercándose a Dios.  Mantenían la distancia.  Y es así como vemos que prontamente estaban fabricando y adorando a un ‘dios’ hecho por ellos mismos, un ‘dios’ que estaba cerca de ellos.  Pero este no era el Dios que les había dado Su Ley, ni el que perdonó su idolatría y su inmoralidad.  Era un ‘dios’ a quien podían adorar y servir mientras seguían pecando.  Y así lo hicieron, para su propia destrucción.  Cuando no nos preocupamos de conocer a Dios, vemos que  cada vez estamos mas lejos de Él y eventualmente fabricándonos un ‘dios’ a nuestro gusto.

 

(5)    La motivación de Moisés, fue que Dios le conocía completamente y por ello, él deseaba conocer a Dios en forma más completa.

“Sin embargo, tú dices:  Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos.  Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo”  (Éxodo 33:12b-13).

Existe una relación muy estrecha entre ser conocido por Dios y querer conocerle a Él (1ª Corintios 8:3; 13:12; Gálatas 4:9)

 

(6)    Moisés deseaba conocer a Dios en una forma más completa, para servirle mejor.  El deseo de Moisés de conocer en forma más completa a Dios, no era para autosatisfacerse.  Buscaba un conocimiento más íntimo de Dios para ser capaz de cumplir su llamado como líder de la nación de Israel:

“Y dijo Moisés a Jehová:  Mira, tú me dices a mí:  Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo.  Sin embargo, tú dices:  Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos.  Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.  Y él dijo:  Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Éxodo 33:12-13).

A Moisés se le ordenó llevar al pueblo de Israel a la tierra de la promesa.  ¿Cómo podía hacerlo si no conocía a Aquel que le acompañaría?  Conocer más a Dios, le permitiría servirle mejor.

 

(7)    Moisés deseaba conocer mejor a Dios, no sólo por sí mismo, sino que también por los demás.  A Moisés ya se le había asegurado la presencia de Dios con él (Éxodo 3:12; 33:14).  Moisés busca tanto una mayor revelación de la gloria de Dios y Su presencia entre Su pueblo, Israel (Éxodo 33:15-16; 34:9).  A través de todo el texto de Éxodo 33 y 34, vemos a Moisés intercediendo por la nación de Israel.  Su requerimiento personal para ver la gloria de Dios, está vinculado a su petición de que Él estuviera presente entre Su pueblo.

 

(8)    Conocer a Dios, es saber cuáles son Sus ‘caminos’; conocer Su carácter.  Moisés argumentó con Dios:

“Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.  Y él dijo:  Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Éxodo 33:13).

No podemos conocer íntima y personalmente a Dios, sin conocer Su carácter, Sus ‘caminos’.  Esta es la razón porqué Moisés argumentó con Dios para conocer Sus caminos; para poder llegar a conocerle completamente.

 

(9)    La gracia de Dios es tanto la base como el objetivo de conocer a Dios.  Observemos una vez más, las palabras de Moisés: Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo”  (Éxodo 33:13).

¿Lo ve?  La expresión “he hallado gracia en tus ojos”, se repite en este  versículo.  Habiendo encontrado gracia a los ojos de Dios, Moisés puede pedirle que desea conocerlo más.  Y se busca conocer más completamente a Dios, para encontrar Su gracia.  La gracia es tanto la base como el resultado de conocer a Dios y todo es la gracia de Dios.

 

(10)  El carácter de Dios es Su gloria.  Finalmente, observemos que la revelación de la gloria de Dios es la revelación de Su carácter.

“Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová.  Y pasando Jehová por delante de él, proclamó:  ¡Jehová!  ¡Jehová!  Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”  (Éxodo 34:5-7).

¿Qué constituye la gloria de Dios?  Ningún hombre puede ver la gloria de Dios completa; ni siquiera un hombre como Moisés.  Sería algo como intentar mirar directamente al sol.  Pero Dios le reveló a Moisés, alguno de Sus atributos.  El esplendor y el brillo de la manifestación física de Dios en aquel monte, no fue sino un símbolo visual de Su gloria; Su carácter.  La gracia de Dios y la compasión, son Su gloria,  Su amorosa misericordia, es Su gloria.  Su lealtad, es Su gloria.  Su santidad y justicia, es Su gloria.

Conclusión

Mi sincera esperanza es que cada uno de nosotros pudiésemos unirnos a Moisés y decir con él:  “Déjame ver Tu gloria” No existe mayor gozo y privilegio en la vida, que ver la gloria de Dios.  El cielo estará gozando la gloria de Dios por la eternidad —y podemos comenzar ahora.  Pero si viéramos la gloria de Dios, debemos estudiar Sus atributos.  Y no nos atrevamos a estudiarlos sólo como cualidades académicas.  Estas son las características de Dios como Persona.  Y el resultado de nuestro estudio, debería ser el de Moisés.  Deberíamos responder con adoración y servicio, que es la expresión de conocerle (Éxodo 34:8-9).  No sólo busquemos ver la gloria de Dios personalmente, sino que también llevemos a otros a Su presencia, a Su gloria.

El estudio de los atributos de Dios, no admite espectadores casuales.  O respondemos en adoración y servicio, o nos alejamos de Dios, creando en Su lugar, un ‘dios menor’ de nuestra propia factura; un ‘dios’ en cuya presencia nos sentimos cómodos, aun si pecamos.  Al comenzar este estudio, hagámoslo con gran celo, con nuestros ojos bien abiertos a lo que este estudio requiera de nosotros.


[1]  «Permitiendo que Dios Crezca» por George W. Cornell, The Dallas Morning News, Sábado, Marzo 5, 1994, p. 44ª.

[2]  A.W. Tozer, El Conocimiento de lo Santo (New York:  Harper and Row, Publishers, 1961), p. 10.

[3]  Ibid., p. 12

[4]  Arthur W. Pink, Gleanings in the Godhead, pp. 28-29.

[5]  Citado por Arthur W. Pink, Gleanings in the Godhead, (Chicago: Moody Press, 1975), p.28

[6]  C.H. Spurgeon, citado por Pink, The Attributes of God, p.80

[7]  Sermón sobre Malaquías 3:6, por C.H. Spurgeon, según cita de Pink ,The Attributes of God, p. 80.

[8] J.I. Packer, Knowing God (Downers Grove: Inter-Varsity Press, 1973), pp. 29-30.

[9] Ibid., pp. 14-15.

[10]  A.W. Tozer, The Knowledge of the Holy, p. 11.

[11]  Ibid., p. 10.

[12]  Sabemos que existen tres fuentes de revelación con respecto al carácter de Dios:  la creación de Dios (Salmo 19:1-6; Romanos 1:18-20), el Hijo de Dios (Juan 1:14-18; Hebreos 1:1-3) y la Palabra de Dios (Salmo 19:7-14; 2ª Pedro 1:3-4).  Es sólo en la Palabra de Dios, que se describe al Hijo de Dios (ver Juan 20:30-31; 1ª Juan 1:1-4).