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Capítulo 19
Pablo en Efeso
19:1 Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto,
Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso,
y hallando a ciertos discípulos,
19:2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando
creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si
hay Espíritu Santo.
19:3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados?
Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
19:4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento,
diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después
de él, esto es, en Jesús el Cristo.
19:5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús.
19:6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos
el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
19:7 Eran por todos unos doce hombres.
19:8 Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por
espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.
19:9 Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo
el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó
a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno
llamado Tiranno.
19:10 Así continuó por espacio de dos años, de
manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron
la palabra del Señor Jesús.
19:11 Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo,
19:12 de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños
o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus
malos salían.
19:13 Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron
invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían
espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica
Pablo.
19:14 Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe
de los sacerdotes, que hacían esto.
19:15 Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús
conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes
sois?
19:16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando
sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera
que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
19:17 Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Efeso, así
judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado
el nombre del Señor Jesús.
19:18 Y muchos de los que habían creído venían,
confesando y dando cuenta de sus hechos.
19:19 Asimismo muchos de los que habían practicado la magia
trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta
de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata.
19:20 Así crecía y prevalecía poderosamente la
palabra del Señor.
19:21 Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a
Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo:
Después que haya estado allí, me será necesario ver
también a Roma.
19:22 Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo
y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.
El alboroto en Efeso
19:23 Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del
Camino.
19:24 Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata
templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices;
19:25 a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo:
Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza;
19:26 pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Efeso,
sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión,
diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.
19:27 Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga
a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana
sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella
a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
19:28 Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo:
¡Grande es Diana de los efesios!
19:29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron
al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros
de Pablo.
19:30 Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le
dejaron.
19:31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus
amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el
teatro.
19:32 Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia
estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían
reunido.
19:33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole
los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería
hablar en su defensa ante el pueblo.
19:34 Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz
gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!
19:35 Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud,
dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe
que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana,
y de la imagen venida de Júpiter?
19:36 Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis,
y que nada hagáis precipitadamente.
19:37 Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos
ni blasfemadores de vuestra diosa.
19:38 Que si Demetrio y los artífices que están con él
tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules
hay; acúsense los unos a los otros.
19:39 Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea
se puede decidir.
19:40 Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición
por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón
de este concurso.
19:41 Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.
Capítulo 20
Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia
20:1 Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los
discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió
y salió para ir a Macedonia.
20:2 Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles
con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
20:3 Después de haber estado allí tres meses, y siéndole
puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para
Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
20:4 Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco
y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico
y Trófimo.
20:5 Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
20:6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura,
navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en
Troas, donde nos quedamos siete días.
Visita de despedida de Pablo en Troas
20:7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos
para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día
siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
20:8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde
estaban reunidos;
20:9 y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido
de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido
del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
20:10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él,
y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.
20:11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló
largamente hasta el alba; y así salió.
20:12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.
Viaje de Troas a Mileto
20:13 Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón
para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado,
queriendo él ir por tierra.
20:14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole
a bordo, vinimos a Mitilene.
20:15 Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante
de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo
hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
20:16 Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso,
para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de
Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
20:17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos
de la iglesia.
20:18 Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis
cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer
día que entré en Asia,
20:19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas,
y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
20:20 y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros
y enseñaros, públicamente y por las casas,
20:21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento
para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
20:22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén,
sin saber lo que allá me ha de acontecer;
20:23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me
da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
20:24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para
mí mismo, con tal que acabe mi carrera
con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús,
para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
20:25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros,
entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más
mi rostro.
20:26 Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy
limpio de la sangre de todos;
20:27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
20:28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en
que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la
iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
20:29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán
en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
20:30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen
cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
20:31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años,
de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas
a cada uno.
20:32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su
gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos
los santificados.
20:33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
20:34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario
a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.
20:35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se
debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor
Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
20:36 Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró
con todos ellos.
20:37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello
de Pablo, le besaban,
20:38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de
que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Capítulo 21
Viaje de Pablo a Jerusalén
21:1 Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo
directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.
21:2 Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos.
21:3 Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos
a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar
allí.
21:4 Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete
días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que
no subiese a Jerusalén.
21:5 Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos
todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de
rodillas en la playa, oramos.
21:6 Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y
ellos se volvieron a sus casas.
21:7 Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro
y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos
con ellos un día.
21:8 Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos,
fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe
el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él.
21:9 Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.
21:10 Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió
de Judea un profeta llamado Agabo,
21:11 quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose
los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así
atarán los judíos en Jerusalén al varón de
quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
21:12 Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar,
que no subiese a Jerusalén.
21:13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis
llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto
no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el
nombre del Señor Jesús.
21:14 Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase
la voluntad del Señor.
21:15 Después de esos días, hechos ya los preparativos,
subimos a Jerusalén.
21:16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de
los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de
Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.
Arresto de Pablo en el templo
21:17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron
con gozo.
21:18 Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver
a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos;
21:19 a los cuales, después de haberles saludado, les contó
una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por
su ministerio.
21:20 Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya
ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído;
y todos son celosos por la ley.
21:21 Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a
todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar
de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni
observen las costumbres.
21:22 ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de
cierto, porque oirán que has venido.
21:23 Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres
que tienen obligación de cumplir voto.
21:24 Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus
gastos para que se rasuren la cabeza;
y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó
acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando
la ley.
21:25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros
les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que
se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado
y de fornicación.
21:26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día
siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo,
para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación,
cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos.
21:27 Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos
judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud
y le echaron mano,
21:28 dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre
que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este
lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha
profanado este santo lugar.
21:29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a
Trófimo,
de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo.
21:30 Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó
el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo,
e inmediatamente cerraron las puertas.
21:31 Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de
la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba
alborotada.
21:32 Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos.
Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a
Pablo.
21:33 Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó
atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había
hecho.
21:34 Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra;
y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le
mandó llevar a la fortaleza.
21:35 Al llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso
por los soldados a causa de la violencia de la multitud;
21:36 porque la muchedumbre del pueblo venía detrás,
gritando: ¡Muera!
Defensa de Pablo ante el pueblo
21:37 Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno:
¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?
21:38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una
sedición antes de estos días, y sacó al desierto los
cuatro mil sicarios?
21:39 Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de
Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego
que me permitas hablar al pueblo.
21:40 Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie
en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio,
habló en lengua hebrea, diciendo:
Capítulo 22
22:1 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.
22:2 Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más
silencio. Y él les dijo:
22:3 Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero
criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel,
estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como
hoy lo sois todos vosotros.
22:4 Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y
entregando en cárceles a hombres y mujeres;
22:5 como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los
ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos,
y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los
que estuviesen allí, para que fuesen castigados.
Pablo relata su conversión
(Hch. 9.1-19; 26.12-18)
22:6 Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco,
como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;
22:7 y caí al suelo, y oí una voz que me decía:
Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?
22:8 Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor?
Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien
tú persigues.
22:9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron;
pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.
22:10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor
me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí
se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.
22:11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado
de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.
22:12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según
la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que
allí moraban,
22:13 vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo,
recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo
miré.
22:14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para
que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
22:15 Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que
has visto y oído.
22:16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate
y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.
Pablo es enviado a los gentiles
22:17 Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en
el templo me sobrevino un éxtasis.
22:18 Y le vi que me decía: Date prisa,
y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio
acerca de mí.
22:19 Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba
en todas las sinagogas a los que creían en ti;
22:20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo
también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba
las ropas de los que le mataban.
22:21 Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré
lejos a los gentiles.
Pablo en manos del tribuno
22:22 Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo:
Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.
22:23 Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo
al aire,
22:24 mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó
que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban
así contra él.
22:25 Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión
que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano
romano sin haber sido condenado?
22:26 Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al
tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es
ciudadano romano.
22:27 Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano
romano? El dijo: Sí.
22:28 Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí
esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.
22:29 Así que, luego se apartaron de él los que le iban
a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también
tuvo temor por haberle atado.
Pablo ante el concilio
22:30 Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por
la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas,
y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio,
y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.
Capítulo 23
23:1 Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos,
yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día
de hoy.
23:2 El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los
que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca.
23:3 Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared
blanqueada!
¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley,
y quebrantando la ley me mandas golpear?
23:4 Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de
Dios injurias?
23:5 Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote;
pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de
tu pueblo.
23:6 Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de
fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo,
hijo de fariseo;
acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me
juzga.
23:7 Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos
y los saduceos, y la asamblea se dividió.
23:8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección,
ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas.
23:9 Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas
de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún
mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o
un ángel, no resistamos a Dios.
23:10 Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor
de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados
y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza.
23:11 A la noche siguiente se le presentó el Señor y
le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado
de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques
también en Roma.
Complot contra Pablo
23:12 Venido el día, algunos de los judíos tramaron un
complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían
ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.
23:13 Eran más de cuarenta los que habían hecho esta
conjuración,
23:14 los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos
y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar
nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo.
23:15 Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que
le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar
alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos
listos para matarle antes que llegue.
23:16 Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada,
fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.
23:17 Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este
joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.
23:18 El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo:
El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este
joven, que tiene algo que hablarte.
23:19 El tribuno, tomándole de la mano y retirándose
aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?
23:20 El le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana
lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más
cierta acerca de él.
23:21 Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres
de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición,
a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están
listos esperando tu promesa.
23:22 Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole
que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.
Pablo es enviado a Félix el gobernador
23:23 Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para
la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos
lanceros, para que fuesen hasta Cesarea;
23:24 y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen
en salvo a Félix el gobernador.
23:25 Y escribió una carta en estos términos:
23:26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix:
Salud.
23:27 A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban
ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido
que era ciudadano romano.
23:28 Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé
al concilio de ellos;
23:29 y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos,
pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión.
23:30 Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían
tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también
a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él.
Pásalo bien.
23:31 Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le
llevaron de noche a Antípatris.
23:32 Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con
él, volvieron a la fortaleza.
23:33 Cuando aquéllos llegaron a Cesarea, y dieron la carta
al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él.
23:34 Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué
provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia,
23:35 le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó
que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
Capítulo 24
Defensa de Pablo ante Félix
24:1 Cinco días después, descendió el sumo sacerdote
Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo,
y comparecieron ante el gobernador contra Pablo.
24:2 Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó
a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas
son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia,
24:3 oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo
y en todo lugar con toda gratitud.
24:4 Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos
oigas brevemente conforme a tu equidad.
24:5 Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor
de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla
de la secta de los nazarenos.
24:6 Intentó también profanar el templo; y prendiéndole,
quisimos juzgarle conforme a nuestra ley.
24:7 Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó
de nuestras manos,
24:8 mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo,
pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que
le acusamos.
24:9 Los judíos también confirmaban, diciendo ser así
todo.
24:10 Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para
que hablase, éste respondió: Porque sé que desde hace
muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo
haré mi defensa.
24:11 Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce
días que subí a adorar a Jerusalén;
24:12 y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud;
ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad;
24:13 ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.
24:14 Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman
herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas
las cosas que en la ley y en los profetas están escritas;
24:15 teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan,
de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos
como de injustos.
24:16 Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante
Dios y ante los hombres.
24:17 Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi
nación y presentar ofrendas.
24:18 Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron
purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto.
24:19 Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí
tienen algo.
24:20 O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa
mal hecha, cuando comparecí ante el concilio,
24:21 a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz:
Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.
24:22 Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien
informado de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere
el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto.
24:23 Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo,
pero que se le concediese alguna libertad, y que no impidiese a ninguno
de los suyos servirle o venir a él.
24:24 Algunos días después, viniendo Félix con
Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó
acerca de la fe en Jesucristo.
24:25 Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio
y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete;
pero cuando tenga oportunidad te llamaré.
24:26 Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para
que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba
con él.
24:27 Pero al cabo de dos años recibió Félix por
sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos,
dejó preso a Pablo.
Capítulo 25
Pablo apela a César
25:1 Llegado, pues, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén
tres días después.
25:2 Y los principales sacerdotes y los más influyentes de los
judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron,
25:3 pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a
Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino.
25:4 Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea,
adonde él mismo partiría en breve.
25:5 Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay
algún crimen en este hombre, acúsenle.
25:6 Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez
días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó
en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.
25:7 Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos
que habían venido de Jerusalén, presentando contra él
muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
25:8 alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos,
ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.
25:9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo
a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser
juzgado de estas cosas delante de mí?
25:10 Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo
ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio,
como tú sabes muy bien.
25:11 Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte
he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que
éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César
apelo.
25:12 Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió:
A César has apelado; a César irás.
Pablo ante Agripa y Berenice
25:13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron
a Cesarea para saludar a Festo.
25:14 Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso
al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por
Félix,
25:15 respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron
los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo
condenación contra él.
25:16 A éstos respondí que no es costumbre de los romanos
entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores,
y pueda defenderse de la acusación.
25:17 Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin
ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal,
mandé traer al hombre.
25:18 Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron
de los que yo sospechaba,
25:19 sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca
de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo
afirmaba estar vivo.
25:20 Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté
si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas
cosas.
25:21 Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el
conocimiento de Augusto, mandé que le custodiasen hasta que le enviara
yo a César.
25:22 Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír
a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.
25:23 Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa,
y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la
ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo.
25:24 Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis
aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre,
respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado
en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más.
25:25 Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho,
y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle
a él.
25:26 Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le
he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para
que después de examinarle, tenga yo qué escribir.
25:27 Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no
informar de los cargos que haya en su contra.
Capítulo 26
Defensa de Pablo ante Agripa
26:1 Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo
entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:
26:2 Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme
hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos.
26:3 Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones
que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con
paciencia.
Vida anterior de Pablo
26:4 Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé
en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos;
26:5 los cuales también saben que yo desde el principio, si
quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra
religión, viví fariseo.
26:6 Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros
padres soy llamado a juicio;
26:7 promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras
doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche.
Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.
26:8 ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble
que Dios resucite a los muertos?
Pablo el perseguidor
26:9 Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas
cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;
26:10 lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré
en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de
los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.
26:11 Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas,
los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los
perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Pablo relata su conversión
(Hch. 9.1-19; 22.6-16)
26:12 Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión
de los principales sacerdotes,
26:13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una
luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó
a mí y a los que iban conmigo.
26:14 Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una
voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra
el aguijón.
26:15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y
el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien
tú persigues.
26:16 Pero levántate, y ponte sobre tus
pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo
de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a
ti,
26:17 librándote de tu pueblo, y de los
gentiles, a quienes ahora te envío,
26:18 para que abras sus ojos, para que se conviertan
de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y
herencia entre los santificados.
Pablo obedece a la visión
26:19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión
celestial,
26:20 sino que anuncié primeramente a los que están en
Damasco,
y Jerusalén,
y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y
se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
26:21 Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el
templo, intentaron matarme.
26:22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día
de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada
fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían
de suceder:
26:23 Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la
resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los
gentiles.
Pablo insta a Agripa a que crea
26:24 Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz
dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.
26:25 Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo,
sino que hablo palabras de verdad y de cordura.
26:26 Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también
hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues
no se ha hecho esto en algún rincón.
26:27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que
crees.
26:28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.
26:29 Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho,
no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen,
fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!
26:30 Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey,
y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos;
26:31 y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo:
Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.
26:32 Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en
libertad, si no hubiera apelado a César.
Capítulo 27
Pablo es enviado a Roma
27:1 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia,
entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado
Julio, de la compañía Augusta.
27:2 Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar
los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio
de Tesalónica.
27:3 Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando
humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser
atendido por ellos.
27:4 Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a
sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
27:5 Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos
a Mira, ciudad de Licia.
27:6 Y hallando allí el centurión una nave alejandrina
que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.
27:7 Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas
frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento
de Creta, frente a Salmón.
27:8 Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman
Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
27:9 Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación,
por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba,
27:10 diciéndoles: Varones, veo que la navegación va
a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento
y de la nave, sino también de nuestras personas.
27:11 Pero el centurión daba más crédito al piloto
y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.
27:12 Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría
acordó zarpar también de allí, por si puediesen arribar
a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.
La tempestad en el mar
27:13 Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían
lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta.
27:14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado
llamado Euroclidón.
27:15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento,
nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.
27:16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada
Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.
27:17 Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir
la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron
a la deriva.
27:18 Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente
día empezaron a alijar,
27:19 y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los
aparejos de la nave.
27:20 Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días,
y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido
toda esperanza de salvarnos.
27:21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos,
puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente,
oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para
recibir este perjuicio y pérdida.
27:22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.
27:23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios
de quien soy y a quien sirvo,
27:24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante
César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan
contigo.
27:25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío
en Dios que será así como se me ha dicho.
27:26 Con todo, es necesario que demos en alguna isla.
27:27 Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través
del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que
estaban cerca de tierra;
27:28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco
más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.
27:29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa,
y ansiaban que se hiciese de día.
27:30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando
el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas
de proa.
27:31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos
no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.
27:32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron
perderse.
27:33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que
comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis
y permanecéis en ayunas, sin comer nada.
27:34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues
ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
27:35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios
en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.
27:36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.
27:37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta
y seis.
27:38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.
El naufragio
27:39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra,
pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron
varar, si pudiesen, la nave.
27:40 Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también
las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron
hacia la playa.
27:41 Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave;
y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría
con la violencia del mar.
27:42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que
ninguno se fugase nadando.
27:43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió
este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los
primeros, y saliesen a tierra;
27:44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave.
Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.
Capítulo 28
Pablo en la isla de Malta
28:1 Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.
28:2 Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo
un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía,
y del frío.
28:3 Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó
al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió
en la mano.
28:4 Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano,
se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien,
escapado del mar, la justicia no deja vivir.
28:5 Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún
daño padeció.
28:6 Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto
de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal
le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.
28:7 En aquellos lugares había propiedades del hombre principal
de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente
tres días.
28:8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo
de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después
de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.
28:9 Hecho esto, también los otros que en la isla tenían
enfermedades, venían, y eran sanados;
28:10 los cuales también nos honraron con muchas atenciones;
y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
Pablo llega a Roma
28:11 Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina
que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña
a Cástor y Pólux.
28:12 Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días.
28:13 De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro
día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo
día a Puteoli,
28:14 donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos
con ellos siete días; y luego fuimos a Roma,
28:15 de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos
hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias
a Dios y cobró aliento.
28:16 Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los
presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte,
con un soldado que le custodiase.
Pablo predica en Roma
28:17 Aconteció que tres días después, Pablo convocó
a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron
reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra
el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado
preso desde Jerusalén en manos de los romanos;
28:18 los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar,
por no haber en mí ninguna causa de muerte.
28:19 Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar
a César;
no porque tenga de qué acusar a mi nación.
28:20 Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros;
porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
28:21 Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea
cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado
o hablado algún mal de ti.
28:22 Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque
de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
28:23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a
él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba
el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles
acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los
profetas.
28:24 Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros
no creían.
28:25 Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse,
les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo
por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
28:26 Ve a este pueblo, y diles:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis;
28:27 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyeron pesadamente,
Y sus ojos han cerrado,
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y entiendan de corazón,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
28:28 Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación
de Dios; y ellos oirán.
28:29 Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo
gran discusión entre sí.
28:30 Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa
alquilada, y recibía a todos los que a él venían,
28:31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
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