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Capítulo 9
Misión de los doce discípulos
(Mt. 10.5-15; Mr.
6.7-13)
9:1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad
sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
9:2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los
enfermos.
9:3 Y les dijo:No
toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan,
ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
9:4 Y en cualquier casa donde entréis,
quedad allí, y de allí salid.
9:5 Y dondequiera que no os recibieren, salid
de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra
ellos.
9:6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio
y sanando por todas partes.
Muerte de Juan el Bautista
(Mt. 14.1-12; Mr.
6.14-29)
9:7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía
Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha
resucitado de los muertos;
9:8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta
de los antiguos ha resucitado.
9:9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién,
pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14.13-21; Mr.
6.30-44; Jn. 6.1-14)
9:10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían
hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto
de la ciudad llamada Betsaida.
9:11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió,
y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
9:12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose
los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y
campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí
estamos en lugar desierto.
9:13 El les dijo: Dadles vosotros de comer.
Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados,
a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
9:14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:
Hacedlos
sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
9:15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
9:16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos
al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos
para que los pusiesen delante de la gente.
9:17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró,
doce cestas de pedazos.
La confesión de Pedro
(Mt. 16.13-20; Mr.
8.27-30)
9:18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban
con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién
dice la gente que soy yo?
9:19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías;
y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9:20 El les dijo: ¿Y
vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo
Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
Jesús anuncia su muerte
(Mt. 16.21-28;
Mr. 8.31--9.1)
9:21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo
rigurosamente,
9:22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del
Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los
principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite
al tercer día.
9:23 Y decía a todos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame.
9:24 Porque todo el que quiera salvar su vida,
la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí,
éste la salvará.
9:25 Pues ¿qué aprovecha al hombre,
si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?
9:26 Porque el que se avergonzare de mí
y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre
cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
9:27 Pero os digo en verdad, que hay algunos
de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta
que vean el reino de Dios.
La transfiguración
(Mt. 17.1-8; Mr.
9.2-8)
9:28 Aconteció como ocho días después de estas
palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al
monte a orar.
9:29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra,
y su vestido blanco y resplandeciente.
9:30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales
eran Moisés y Elías;
9:31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida,
que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
9:32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño;
mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los
dos varones que estaban con él.
9:33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro
dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí;
y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para
Elías; no sabiendo lo que decía.
9:34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió;
y tuvieron temor al entrar en la nube.
9:35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo
amado;
a él oíd.
9:36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y
ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo
que habían visto.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
(Mt. 17.14-21; Mr.
9.14-29)
9:37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran
multitud les salió al encuentro.
9:38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:
Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
9:39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces,
y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole,
a duras penas se aparta de él.
9:40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y
no pudieron.
9:41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo
he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
9:42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó
y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al
espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió
a su padre.
9:43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
Jesús anuncia otra vez su muerte
(Mt. 17.22-23; Mr.
9.30-32)
Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía,
dijo a sus discípulos:
9:44 Haced que os penetren bien en los oídos
estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será
entregado en manos de hombres.
9:45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban
veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre
esas palabras.
¿Quién es el mayor?
(Mt. 18.1-5; Mr.
9.33-37)
9:46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos
sería el mayor.
9:47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones,
tomó a un niño y lo puso junto a sí,
9:48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este
niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe
a mí, recibe al que me envió;
porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése
es el más grande.
El que no es contra nosotros, por nosotros es
(Mr. 9.38-40)
9:49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que
echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue
con nosotros.
9:50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis;
porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Jesús reprende a Jacobo y a Juan
9:51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había
de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
9:52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron
y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
9:53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
9:54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor,
¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías,
y los consuma?
9:55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo:
Vosotros
no sabéis de qué espíritu sois;
9:56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para
perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron
a otra aldea.
Los que querían seguir a Jesús
(Mt. 8.18-22)
9:57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré
adondequiera que vayas.
9:58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen
guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene
dónde recostar la cabeza.
9:59 Y dijo a otro: Sígueme.
El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi
padre.
9:60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos;
y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
9:61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor;
pero déjame que me despida primero de los que están en mi
casa.
9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo
su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Capítulo 10
Misión de los setenta
10:1 Después de estas cosas, designó el Señor también
a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él
a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
10:2 Y les decía: La mies a la verdad
es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la
mies que envíe obreros a su mies.
10:3 Id; he aquí yo os envío como
corderos en medio de lobos.
10:4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni
calzado; y a nadie saludéis por el camino.
10:5 En cualquier casa donde entréis,
primeramente decid: Paz sea a esta casa.
10:6 Y si hubiere allí algún hijo
de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá
a vosotros.
10:7 Y posad en aquella misma casa, comiendo
y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario.
No os paséis de casa en casa.
10:8 En cualquier ciudad donde entréis,
y os reciban, comed lo que os pongan delante;
10:9 y sanad a los enfermos que en ella haya,
y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
10:10 Mas en cualquier ciudad donde entréis,
y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
10:11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que se
ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros.
Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
10:12 Y os digo que en aquel día será
más tolerable el castigo para Sodoma,
que para aquella ciudad.
Ayes sobre las ciudades impenitentes
(Mt. 11.20-24)
10:13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay
de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón
se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha
que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
10:14 Por tanto, en el juicio será más
tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
10:15 Y tú, Capernaum, que hasta los cielos
eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
10:16 El que a vosotros oye, a mí me oye;
y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha
a mí, desecha al que me envió.
Regreso de los setenta
10:17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los
demonios se nos sujetan en tu nombre.
10:18 Y les dijo: Yo veía a Satanás
caer del cielo como un rayo.
10:19 He aquí os doy potestad de hollar
serpientes y escorpiones,
y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
10:20 Pero no os regocijéis de que los
espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres
están escritos en los cielos.
Jesús se regocija
(Mt. 11.25-27; 13.16-17)
10:21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu,
y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos,
y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así
te agradó.
10:22 Todas las cosas me fueron entregadas por
mi Padre;
y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es
el Padre, sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
10:23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte:
Bienaventurados
los ojos que ven lo que vosotros veis;
10:24 porque os digo que muchos profetas y reyes
desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que
oís, y no lo oyeron.
El buen samaritano
10:25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó
y dijo, para probarle:
Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
10:26 El le dijo: ¿Qué está
escrito en la ley? ¿Cómo lees?
10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus
fuerzas, y con toda tu mente;
y a tu prójimo como a ti mismo.
10:28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto,
y vivirás.
10:29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo
a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
10:30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en
manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron,
dejándole medio muerto.
10:31 Aconteció que descendió un
sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
10:32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel
lugar, y viéndole, pasó de largo.
10:33 Pero un samaritano, que iba de camino,
vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
10:34 y acercándose, vendó sus
heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura,
lo llevó al mesón, y cuidó de él.
10:35 Otro día al partir, sacó
dos denarios,
y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes
de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
10:36 ¿Quién, pues, de estos tres
te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los
ladrones?
10:37 El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces
Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Jesús visita a Marta y a María
10:38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea;
y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
10:39 Esta tenía una hermana que se llamaba María,
la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
10:40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose,
dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir
sola? Dile, pues, que me ayude.
10:41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta,
Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
10:42 Pero sólo una cosa es necesaria;
y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Capítulo 11
Jesús y la oración
(Mt. 6.9-15; 7.7-11)
11:1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando
terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos
a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
11:2 Y les dijo: Cuando oréis, decid:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra.
11:3 El pan nuestro de cada día, dánoslo
hoy.
11:4 Y perdónanos nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal.
11:5 Les dijo también: ¿Quién
de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice:
Amigo, préstame tres panes,
11:6 porque un amigo mío ha venido a mí
de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
11:7 y aquél, respondiendo desde adentro,
le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños
están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?
11:8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos
por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y
le dará todo lo que necesite.
11:9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
11:10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el
que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11:11 ¿Qué padre de vosotros, si
su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en
lugar de pescado, le dará una serpiente?
11:12 ¿O si le pide un huevo, le dará
un escorpión?
11:13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis
dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que
se lo pidan?
Una casa dividida contra sí misma
(Mt. 12.22-30; Mr.
3.20-27)
11:14 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y
aconteció que salido el demonio, el mudo habló; y la gente
se maravilló.
11:15 Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe
de los demonios, echa fuera los demonios.
11:16 Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo.
11:17 Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo:
Todo
reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida
contra sí misma, cae.
11:18 Y si también Satanás está
dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá
su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los
demonios.
11:19 Pues si yo echo fuera los demonios por
Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por
tanto, ellos serán vuestros jueces.
11:20 Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera
los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
11:21 Cuando el hombre fuerte armado guarda su
palacio, en paz está lo que posee.
11:22 Pero cuando viene otro más fuerte
que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte
el botín.
11:23 El que no es conmigo, contra mí
es;
y el que conmigo no recoge, desparrama.
El espíritu inmundo que vuelve
(Mt. 12.43-45)
11:24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares
secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a
mi casa de donde salí.
11:25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
11:26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él;
y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene
a ser peor que el primero.
Los que en verdad son bienaventurados
11:27 Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre
la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre
que te trajo, y los senos que mamaste.
11:28 Y él dijo: Antes bienaventurados
los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
La generación perversa demanda señal
(Mt. 12.38-42)
11:29 Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir:
Esta
generación es mala; demanda señal,
pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás.
11:30 Porque así como Jonás fue
señal a los ninivitas,
también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
11:31 La reina del Sur se levantará en
el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará;
porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría
de Salomón,y
he aquí más que Salomón en este lugar.
11:32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron,
y he aquí más que Jonás en este lugar.
La lámpara del cuerpo
(Mt. 6.22-23)
11:33 Nadie pone en oculto la luz encendida, ni
debajo del almud,
sino en el candelero,
para que los que entran vean la luz.
11:34 La lámpara del cuerpo es el ojo;
cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno
de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está
en tinieblas.
11:35 Mira pues, no suceda que la luz que en
ti hay, sea tinieblas.
11:36 Así que, si todo tu cuerpo está
lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso,
como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley
(Mt. 23.1-36; Mr.
12.38-40; Lc. 20.45-47)
11:37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese
con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la
mesa.
11:38 El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no
se hubiese lavado antes de comer.
11:39 Pero el Señor le dijo: Ahora bien,
vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato,
pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
11:40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera,
no hizo también lo de adentro?
11:41 Pero dad limosna de lo que tenéis,
y entonces todo os será limpio.
11:42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que
diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza,
y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario
hacer, sin dejar aquello.
11:43 ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis
las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
11:44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres
que andan encima no lo saben.
11:45 Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo:
Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
11:46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros
también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los
hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo
las tocáis.
11:47 ¡Ay de vosotros, que edificáis
los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres!
11:48 De modo que sois testigos y consentidores
de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron,
y vosotros edificáis sus sepulcros.
11:49 Por eso la sabiduría de Dios también
dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos
matarán y a otros perseguirán,
11:50 para que se demande de esta generación
la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación
del mundo,
11:51 desde la sangre de Abel
hasta la sangre de Zacarías,
que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será
demandada de esta generación.
11:52 ¡Ay de vosotros, intérpretes
de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros
mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
11:53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los
fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que
hablase de muchas cosas;
11:54 acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca
para acusarle.
Capítulo 12
La levadura de los fariseos
12:1 En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos
a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos,
primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos,
que es la hipocresía.
12:2 Porque nada hay encubierto, que no haya
de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
12:3 Por tanto, todo lo que habéis dicho
en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al
oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.
A quién se debe temer
(Mt. 10.26-31)
12:4 Mas os digo, amigos míos: No temáis
a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
12:5 Pero os enseñaré a quién
debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado
la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste
temed.
12:6 ¿No se venden cinco pajarillos por
dos cuartos?
Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
12:7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis, pues; más valéis
vosotros que muchos pajarillos.
El que me confesare delante de los hombres
12:8 Os digo que todo aquel que me confesare delante
de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante
de los ángeles de Dios;
12:9 mas el que me negare delante de los hombres,
será negado delante de los ángeles de Dios.
12:10 A todo aquel que dijere alguna palabra
contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare
contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
12:11 Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante
los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo
o qué habréis de responder, o qué habréis de
decir;
12:12 porque el Espíritu Santo os enseñará
en la misma hora lo que debáis decir.
El rico insensato
12:13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta
conmigo la herencia.
12:14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién
me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
12:15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia;
porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que
posee.
12:16 También les refirió una parábola, diciendo:
La
heredad de un hombre rico había producido mucho.
12:17 Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde
guardar mis frutos?
12:18 Y dijo: Esto haré: derribaré
mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré
todos mis frutos y mis bienes;
12:19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes
tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe,
regocíjate.
12:20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen
a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
12:21 Así es el que hace para sí
tesoro, y no es rico para con Dios.
El afán y la ansiedad
(Mt. 6.25-34)
12:22 Dijo luego a sus discípulos: Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis;
ni por el cuerpo, qué vestiréis.
12:23 La vida es más que la comida, y
el cuerpo que el vestido.
12:24 Considerad los cuervos, que ni siembran,
ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No
valéis vosotros mucho más que las aves?
12:25 ¿Y quién de vosotros podrá
con afanarse añadir a su estatura un codo?
12:26 Pues si no podéis ni aun lo que
es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
12:27 Considerad los lirios, cómo crecen;
no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda
su gloria
se vistió como uno de ellos.
12:28 Y si así viste Dios la hierba que
hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto
más a vosotros, hombres de poca fe?
12:29 Vosotros, pues, no os preocupéis
por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber,
ni estéis en ansiosa inquietud.
12:30 Porque todas estas cosas buscan las gentes
del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas
cosas.
12:31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas
cosas os serán añadidas.
Tesoro en el cielo
(Mt. 6.19-21)
12:32 No temáis, manada pequeña,
porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
12:33 Vended lo que poseéis, y dad limosna;
haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote,
donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
12:34 Porque donde está vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón.
El siervo vigilante
12:35 Estén ceñidos vuestros lomos,
y vuestras lámparas encendidas;
12:36 y vosotros sed semejantes a hombres que
aguardan a que su señor regrese
de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.
12:37 Bienaventurados aquellos siervos a los
cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo
que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y
vendrá a servirles.
12:38 Y aunque venga a la segunda vigilia, y
aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados
son aquellos siervos.
12:39 Pero sabed esto, que si supiese el padre
de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría
ciertamente, y no dejaría minar su casa.
12:40 Vosotros, pues, también, estad preparados,
porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
El siervo infiel
(Mt. 24.45-51)
12:41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola
a nosotros, o también a todos?
12:42 Y dijo el Señor: ¿Quién
es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre
su casa, para que a tiempo les dé su ración?
12:43 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando
su señor venga, le halle haciendo así.
12:44 En verdad os digo que le pondrá
sobre todos sus bienes.
12:45 Mas si aquel siervo dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a
las criadas, y a comer y beber y embriagarse,
12:46 vendrá el señor de aquel
siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe,
y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.
12:47 Aquel siervo que conociendo la voluntad
de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad,
recibirá muchos azotes.
12:48 Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas
de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya
dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado,
más se le pedirá.
Jesús, causa de división
(Mt. 10.34-36)
12:49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y
qué quiero, si ya se ha encendido?
12:50 De un bautismo tengo que ser bautizado;
y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
12:51 ¿Pensáis que he venido para
dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
12:52 Porque de aquí en adelante, cinco
en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra
tres.
12:53 Estará dividido el padre contra
el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija
contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
¿Cómo no reconocéis este tiempo?
(Mt. 16.1-4; Mr.
8.11-13)
12:54 Decía también a la multitud: Cuando
veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así
sucede.
12:55 Y cuando sopla el viento del sur, decís:
Hará calor; y lo hace.
12:56 ¡Hipócritas! Sabéis
distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no
distinguís este tiempo?
Arréglate con tu adversario
(Mt. 5.25-26)
12:57 ¿Y por qué no juzgáis
por vosotros mismos lo que es justo?
12:58 Cuando vayas al magistrado con tu adversario,
procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al
juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
12:59 Te digo que no saldrás de allí,
hasta que hayas pagado aun la última blanca.
Capítulo 13
Arrepentíos o pereceréis
13:1 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca
de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios
de ellos.
13:2 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis
que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores
que todos los galileos?
13:3 Os digo: No; antes si no os arrepentís,
todos pereceréis igualmente.
13:4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó
la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que
eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
13:5 Os digo: No; antes si no os arrepentís,
todos pereceréis igualmente.
Parábola de la higuera estéril
13:6 Dijo también esta parábola: Tenía
un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto
en ella, y no lo halló.
13:7 Y dijo al viñador: He aquí,
hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo
hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también
la tierra?
13:8 El entonces, respondiendo, le dijo: Señor,
déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor
de ella, y la abone.
13:9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás
después.
Jesús sana a una mujer en el día de reposo
13:10 Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día
de reposo;
13:11 y había allí una mujer que desde hacía dieciocho
años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada,
y en ninguna manera se podía enderezar.
13:12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer,
eres libre de tu enfermedad.
13:13 Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego,
y glorificaba a Dios.
13:14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús
hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días
hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados,
y no en día de reposo.
13:15 Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita,
cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey
o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
13:16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás
había atado dieciocho años, ¿no se le debía
desatar de esta ligadura en el día de reposo?
13:17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios;
pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas
por él.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mt. 13.31-32; Mr.
4.30-32)
13:18 Y dijo: ¿A qué es semejante
el reino de Dios, y con qué lo compararé?
13:19 Es semejante al grano de mostaza, que un
hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se
hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
Parábola de la levadura
(Mt. 13.33)
13:20 Y volvió a decir: ¿A qué
compararé el reino de Dios?
13:21 Es semejante a la levadura, que una mujer
tomó y escondió en tres medidas
de harina, hasta que todo hubo fermentado.
La puerta estrecha
(Mt. 7.13-14, 21-23)
13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y
encaminándose a Jerusalén.
13:23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se
salvan? Y él les dijo:
13:24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta;
porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
13:25 Después que el padre de familia
se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis
a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos,
él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
13:26 Entonces comenzaréis a decir: Delante
de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
13:27 Pero os dirá: Os digo que no sé
de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de
maldad.
13:28 Allí será el llanto y el
crujir de dientes,
cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas
en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
13:29 Porque vendrán del oriente y del
occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino
de Dios.
13:30 Y he aquí hay postreros que serán
primeros, y primeros que serán postreros.
Lamento de Jesús sobre Jerusalén
(Mt. 23.37-39)
13:31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole:
Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
13:32 Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra:
He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana,
y al tercer día termino mi obra.
13:33 Sin embargo, es necesario que hoy y mañana
y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta
muera fuera de Jerusalén.
13:34 ¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo
de sus alas, y no quisiste!
13:35 He aquí, vuestra casa os es dejada
desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo
en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Capítulo 14
Jesús sana a un hidrópico
14:1 Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para
comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban.
14:2 Y he aquí estaban delante de él un hombre hidrópico.
14:3 Entonces Jesús habló a los intérpretes de
la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito
sanar en el día de reposo?
14:4 Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó,
y le despidió.
14:5 Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién
de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará
inmediatamente, aunque sea en día de reposo?
14:6 Y no le podían replicar a estas cosas.
Los convidados a las bodas
14:7 Observando cómo escogían los primeros asientos a
la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:
14:8 Cuando fueres convidado por alguno a bodas,
no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido
que tú esté convidado por él,
14:9 y viniendo el que te convidó a ti
y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con
vergüenza a ocupar el último lugar.
14:10 Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate
en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó,
te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria
delante de los que se sientan contigo a la mesa.
14:11 Porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
14:12 Dijo también al que le había convidado: Cuando
hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar,
y seas recompensado.
14:13 Mas cuando hagas banquete, llama a los
pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14:14 y serás bienaventurado; porque ellos
no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección
de los justos.
Parábola de la gran cena
14:15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la
mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
14:16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre
hizo una gran cena, y convidó a muchos.
14:17 Y a la hora de la cena envió a su
siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
14:18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El
primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego
que me excuses.
14:19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de
bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
14:20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto
no puedo ir.
14:21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas
a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo:
Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a
los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
14:22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho
como mandaste, y aún hay lugar.
14:23 Dijo el señor al siervo: Ve por
los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se
llene mi casa.
14:24 Porque os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Lo que cuesta seguir a Cristo
14:25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les
dijo:
14:26 Si alguno viene a mí, y no aborrece
a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también
su propia vida, no puede ser mi discípulo.
14:27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos
de mí, no puede ser mi discípulo.
14:28 Porque ¿quién de vosotros,
queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos,
a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
14:29 No sea que después que haya puesto
el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer
burla de él,
14:30 diciendo: Este hombre comenzó a
edificar, y no pudo acabar.
14:31 ¿O qué rey, al marchar a
la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer
frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
14:32 Y si no puede, cuando el otro está
todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones
de paz.
14:33 Así, pues, cualquiera de vosotros
que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Cuando la sal pierde su sabor
(Mt. 5.13; Mr.
9.50)
14:34 Buena es la sal; mas si la sal se hiciere
insípida, ¿con qué se sazonará?
14:35 Ni para la tierra ni para el muladar es
útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír,
oiga.
Capítulo 15
Parábola de la oveja perdida
(Mt. 18.10-14)
15:1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para
oírle,
15:2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los
pecadores recibe, y con ellos come.
15:3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
15:4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo
cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el
desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
15:5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus
hombros gozoso;
15:6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos
y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi
oveja que se había perdido.
15:7 Os digo que así habrá más
gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve
justos que no necesitan de arrepentimiento.
Parábola de la moneda perdida
15:8 ¿O qué mujer que tiene diez
dracmas,
si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y
busca con diligencia hasta encontrarla?
15:9 Y cuando la encuentra, reúne a sus
amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma
que había perdido.
15:10 Así os digo que hay gozo delante
de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Parábola del hijo pródigo
15:11 También dijo: Un hombre tenía
dos hijos;
15:12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre,
dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los
bienes.
15:13 No muchos días después, juntándolo
todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
15:14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino
una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15:15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos
de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase
cerdos.
15:16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas
que comían los cerdos, pero nadie le daba.
15:17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos
jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre!
15:18 Me levantaré e iré a mi padre,
y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
15:19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo;
hazme como a uno de tus jornaleros.
15:20 Y levantándose, vino a su padre.
Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
15:21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
15:22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad
el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en
sus pies.
15:23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos
y hagamos fiesta;
15:24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
15:25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando
vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las
danzas;
15:26 y llamando a uno de los criados, le preguntó
qué era aquello.
15:27 El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu
padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
15:28 Entonces se enojó, y no quería
entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
15:29 Mas él, respondiendo, dijo al padre:
He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido
jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
15:30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido
tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
15:31 El entonces le dijo: Hijo, tú siempre
estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
15:32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos,
porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido,
y es hallado.
Capítulo 16
Parábola del mayordomo infiel
16:1 Dijo también a sus discípulos: Había
un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado
ante él como disipador de sus bienes.
16:2 Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué
es esto que oigo acerca de tí? Da cuenta de tu mayordomía,
porque ya no podrás más ser mayordomo.
16:3 Entonces el mayordomo dijo para sí:
¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía.
Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
16:4 Ya sé lo que haré para que
cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
16:5 Y llamando a cada uno de los deudores de
su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
16:6 El dijo: Cien barriles
de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe
cincuenta.
16:7 Después dijo a otro: Y tú,
¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas
de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
16:8 Y alabó el amo al mayordomo malo
por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más
sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
16:9 Y yo os digo: Ganad amigos por medio de
las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban
en las moradas eternas.
16:10 El que es fiel en lo muy poco, también
en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también
en lo más es injusto.
16:11 Pues si en las riquezas injustas no fuisteis
fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
16:12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién
os dará lo que es vuestro?
16:13 Ningún siervo puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro,
o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios
y a las riquezas.
16:14 Y oían también todas estas
cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
16:15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que
os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios
conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime,
delante de Dios es abominación.
La ley y el reino de Dios
16:16 La ley y los profetas eran hasta Juan; desde
entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar
en él.
16:17 Pero más fácil es que pasen
el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
Jesús enseña sobre el divorcio
(Mt. 19.1-12; Mr.
10.1-12)
16:18 Todo el que repudia a su mujer, y se casa
con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.
El rico y Lázaro
16:19 Había un hombre rico, que se vestía
de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete
con esplendidez.
16:20 Había también un mendigo
llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno
de llagas,
16:21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían
de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían
las llagas.
16:22 Aconteció que murió el mendigo,
y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió
también el rico, y fue sepultado.
16:23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando
en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
16:24 Entonces él, dando voces, dijo:
Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro
para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque
estoy atormentado en esta llama.
16:25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate
que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males;
pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
16:26 Además de todo esto, una gran sima
está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren
pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
16:27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre,
que le envíes a la casa de mi padre,
16:28 porque tengo cinco hermanos, para que les
testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de
tormento.
16:29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a
los profetas tienen; óiganlos.
16:30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero
si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
16:31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés
y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare
de los muertos.
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