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Capítulo 8
La mujer adúltera
8:1 y Jesús se fue al monte de los Olivos.
8:2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo
vino a él; y sentado él, les enseñaba.
8:3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida
en adulterio; y poniéndola en medio,
8:4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto
mismo de adulterio.
8:5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres.
Tú, pues, ¿qué dices?
8:6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle.
Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra
con el dedo.
8:7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo:
El
que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra
contra ella.
8:8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo
en tierra.
8:9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían
uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros;
y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
8:10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a
la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están
los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
8:11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo:
Ni
yo te condeno; vete, y no peques más.
Jesús, la luz del mundo
8:12 Otra vez Jesús les habló, diciendo:Yo
soy la luz del mundo;
el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá
la
luz de la vida.
8:13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca
de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
8:14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque
yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero,
porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros
no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.
8:15 Vosotros juzgáis según la
carne; yo no juzgo a nadie.
8:16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque
no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.
8:17 Y en vuestra ley está escrito que
el testimonio de dos hombres es verdadero.
8:18 Yo soy el que doy testimonio de mí
mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.
8:19 Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió
Jesús: Ni a mí me conocéis,
ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre
conoceríais.
8:20 Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas,
enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún
no había llegado su hora.
A donde yo voy, vosotros no podéis venir
8:21 Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy,
y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde
yo voy, vosotros no podéis venir.
8:22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará
a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros
no podéis venir?
8:23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy
de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
8:24 Por eso os dije que moriréis en vuestros
pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.
8:25 Entonces le dijeron: ¿Tú quién
eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.
8:26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de
vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído
de él, esto hablo al mundo.
8:27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre.
8:28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis
levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y
que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó
el Padre, así hablo.
8:29 Porque el que me envió, conmigo está;
no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.
8:30 Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.
La verdad os hará libres
8:31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían
creído en él: Si vosotros permaneciereis
en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad
os hará libres.
8:33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos,
y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices
tú: Seréis libres?
8:34 Jesús les respondió: De cierto,
de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
8:35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre;
el hijo sí queda para siempre.
8:36 Así que, si el Hijo os libertare,
seréis verdaderamente libres.
8:37 Sé que sois descendientes de Abraham;
pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros.
8:38 Yo hablo lo que he visto cerca del Padre;
y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro
padre.
Sois de vuestro padre el diablo
8:39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús
les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras
de Abraham haríais.
8:40 Pero ahora procuráis matarme a mí,
hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no
hizo esto Abraham.
8:41 Vosotros hacéis las obras de vuestro
padre. Entonces le dijeron: Nosotros
no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.
8:42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro
padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he
salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él
me envió.
8:43 ¿Por qué no entendéis
mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo,
y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida
desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad
en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso,
y padre de mentira.
8:45 Y a mí, porque digo la verdad, no
me creéis.
8:46 ¿Quién de vosotros me redarguye
de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me
creéis?
8:47 El que es de Dios, las palabras de Dios
oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
La preexistencia de Cristo
8:48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No
decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?
8:49 Respondió Jesús: Yo no tengo
demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis.
8:50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la
busca, y juzga.
8:51 De cierto, de cierto os digo, que el que
guarda mi palabra, nunca verá muerte.
8:52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes
demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que
guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.
8:53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham,
el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién
te haces a ti mismo?
8:54 Respondió Jesús: Si yo me
glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica,
el que vosotros decís que es vuestro Dios.
8:55 Pero vosotros no le conocéis; mas
yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como
vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra.
8:56 Abraham vuestro padre se gozó de
que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
8:57 Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta
años, ¿y has visto a Abraham?
8:58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto
os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
8:59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús
se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio
de ellos, se fue.
Capítulo 9
Jesús sana a un ciego de nacimiento
9:1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
9:2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí,
¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya
nacido ciego?
9:3 Respondió Jesús: No es que
pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios
se manifiesten en él.
9:4 Me es necesario hacer las obras del que me
envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando
nadie puede trabajar.
9:5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy
del mundo.
9:6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva,
y untó con el lodo los ojos del ciego,
9:7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de
Siloé (que traducido es, Enviado).
Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
9:8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que
era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y
mendigaba?
9:9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía:
Yo soy.
9:10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
9:11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús
hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate;
y fui, y me lavé, y recibí la vista.
9:12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él?
El dijo: No sé.
Los fariseos interrogan al ciego sanado
9:13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
9:14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho
el lodo, y le había abierto los ojos.
9:15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo
había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos,
y me lavé, y veo.
9:16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no
procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían:
¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?
Y había disensión entre ellos.
9:17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices
tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.
9:18 Pero los judíos no creían que él había
sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a
los padres del que había recibido la vista,
9:19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo,
el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo,
pues, ve ahora?
9:20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste
es nuestro hijo, y que nació ciego;
9:21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya
abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle
a él; él hablará por sí mismo.
9:22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos,
por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase
que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
9:23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
9:24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego,
y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
9:25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no
lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
9:26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo
te abrió los ojos?
9:27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis
querido oir; ¿por qué lo queréis oír otra vez?
¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?
9:28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo;
pero nosotros, discípulos de Moisés somos.
9:29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto
a ése, no sabemos de dónde sea.
9:30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso,
que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió
los ojos.
9:31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso
de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.
9:32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese
los ojos a uno que nació ciego.
9:33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.
9:34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado,
¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
Ceguera espiritual
9:35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole,
le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?
9:36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor,
para que crea en él?
9:37 Le dijo Jesús: Pues le has visto,
y el que habla contigo, él es.
9:38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
9:39 Dijo Jesús: Para juicio he venido
yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.
9:40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al
oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también
ciegos?
9:41 Jesús les respondió: Si fuerais
ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos,
vuestro pecado permanece.
Capítulo 10
Parábola del redil
10:1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra
por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte,
ése es ladrón y salteador.
10:2 Mas el que entra por la puerta, el pastor
de las ovejas es.
10:3 A éste abre el portero, y las ovejas
oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
10:4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias,
va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
10:5 Mas al extraño no seguirán,
sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
10:6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron
qué era lo que les decía.
Jesús, el buen pastor
10:7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De
cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
10:8 Todos los que antes de mí vinieron,
ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
10:9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare,
será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará
pastos.
10:10 El ladrón no viene sino para hurtar
y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan
en abundancia.
10:11 Yo soy el buen pastor;
el buen pastor su vida da por las ovejas.
10:12 Mas el asalariado, y que no es el pastor,
de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas
y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
10:13 Así que el asalariado huye, porque
es asalariado, y no le importan las ovejas.
10:14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas,
y las mías me conocen,
10:15 así como el Padre me conoce, y yo
conozco al Padre;
y pongo mi vida por las ovejas.
10:16 También tengo otras ovejas que no
son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán
mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
10:17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo
mi vida, para volverla a tomar.
10:18 Nadie me la quita, sino que yo de mí
mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a
tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
10:19 Volvió a haber disensión entre los judíos
por estas palabras.
10:20 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera
de sí; ¿por qué le oís?
10:21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede
acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
Los judíos rechazan a Jesús
10:22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación.
Era invierno,
10:23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
10:24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo
nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo
abiertamente.
10:25 Jesús les respondió: Os lo
he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre,
ellas dan testimonio de mí;
10:26 pero vosotros no creéis, porque
no sois de mis ovejas, como os he dicho.
10:27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco,
y me siguen,
10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán
jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
10:29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos,
y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
10:30 Yo y el Padre uno somos.
10:31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
10:32 Jesús les respondió: Muchas
buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas
me apedreáis?
10:33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no
te apedreamos, sino por la blasfemia;
porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
10:34 Jesús les respondió: ¿No
está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
10:35 Si llamó dioses a aquellos a quienes
vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),
10:36 ¿al que el Padre santificó
y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque
dije: Hijo de Dios soy?
10:37 Si no hago las obras de mi Padre, no me
creáis.
10:38 Mas si las hago, aunque no me creáis
a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis
que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
10:39 Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó
de sus manos.
10:40 Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde
primero había estado bautizando Juan;
y se quedó allí.
10:41 Y muchos venían a él, y decían: Juan, a
la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste,
era verdad.
10:42 Y muchos creyeron en él allí.
Capítulo 11
Muerte de Lázaro
11:1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la
aldea de María y de Marta su hermana.
11:2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue
la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los
pies con sus cabellos.)
11:3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor,
he aquí el que amas está enfermo.
11:4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta
enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el
Hijo de Dios sea glorificado por ella.
11:5 Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
11:6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos
días más en el lugar donde estaba.
11:7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos
a Judea otra vez.
11:8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban
los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
11:9 Respondió Jesús: ¿No
tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza,
porque ve la luz de este mundo;
11:10 pero el que anda de noche, tropieza, porque
no hay luz en él.
11:11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro
amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
11:12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme,
sanará.
11:13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro;
y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
11:14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro
ha muerto;
11:15 y me alegro por vosotros, de no haber estado
allí, para que creáis; mas vamos a él.
11:16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos:
Vamos también nosotros, para que muramos con él.
Jesús, la resurrección y la vida
11:17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro
días que Lázaro estaba en el sepulcro.
11:18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;
11:19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y
a María, para consolarlas por su hermano.
11:20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía,
salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
11:21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado
aquí, mi hermano no habría muerto.
11:22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios,
Dios te lo dará.
11:23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
11:24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección,
en el día postrero.
11:25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección
y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
11:26 Y todo aquel que vive y cree en mí,
no morirá eternamente. ¿Crees esto?
11:27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Jesús llora ante la tumba de Lázaro
11:28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana,
diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
11:29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino
a él.
11:30 Jesús todavía no había entrado en la aldea,
sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
11:31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la
consolaban, cuando vieron que María se había levantado de
prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar
allí.
11:32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús,
al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor,
si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
11:33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos
que la acompañaban, también llorando, se estremeció
en espíritu y se conmovió,
11:34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis?
Le
dijeron: Señor, ven y ve.
11:35 Jesús lloró.
11:36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
11:37 Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste,
que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro
no muriera?
Resurrección de Lázaro
11:38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro.
Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
11:39 Dijo Jesús: Quitad la piedra.
Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede
ya, porque es de cuatro días.
11:40 Jesús le dijo: ¿No te he
dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
11:41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto
el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre,
gracias te doy por haberme oído.
11:42 Yo sabía que siempre me oyes; pero
lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean
que tú me has enviado.
11:43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro,
ven fuera!
11:44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y
los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les
dijo: Desatadle, y dejadle ir.
El complot para matar a Jesús
(Mt. 26.1-5; Mr.
14.1-2; Lc. 22.1-2)
11:45 Entonces muchos de los judíos que habían venido
para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús,
creyeron en él.
11:46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo
que Jesús había hecho.
11:47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron
el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre
hace muchas señales.
11:48 Si le dejamos así, todos creerán en él;
y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y
nuestra nación.
11:49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año,
les dijo: Vosotros no sabéis nada;
11:50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el
pueblo, y no que toda la nación perezca.
11:51 Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo
sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había
de morir por la nación;
11:52 y no solamente por la nación, sino también para
congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
11:53 Así que, desde aquel día acordaron matarle.
11:54 Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos,
sino que se alejó de allí a la región contigua al
desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí
con sus discípulos.
11:55 Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron
de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse.
11:56 Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban
unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a
la fiesta?
11:57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado
orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para
que le prendiesen.
Capítulo 12
Jesús es ungido en Betania
(Mt. 26.6-13; Mr.
14.3-9)
12:1 Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania,
donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien
había resucitado de los muertos.
12:2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro
era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
12:3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo
puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó
con sus cabellos;
y la casa se llenó del olor del perfume.
12:4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón,
el que le había de entregar:
12:5 ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos
denarios,
y dado a los pobres?
12:6 Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque
era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba
en ella.
12:7 Entonces Jesús dijo: Déjala;
para el día de mi sepultura ha guardado esto.
12:8 Porque a los pobres siempre los tendréis
con vosotros,
mas a mí no siempre me tendréis.
El complot contra Lázaro
12:9 Gran multitud de los judíos supieron entonces que él
estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús,
sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado
de los muertos.
12:10 Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también
a Lázaro,
12:11 porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban
y creían en Jesús.
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1-11; Mr.
11.1-11; Lc. 19.28-40)
12:12 El siguiente día, grandes multitudes que habían
venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,
12:13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban:
¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor,
el Rey de Israel!
12:14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre
él, como está escrito:
12:15 No temas, hija de Sion;
He aquí tu Rey viene,
Montado sobre un pollino de asna.
12:16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio;
pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que
estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían
hecho.
12:17 Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó
a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos.
12:18 Por lo cual también había venido la gente a recibirle,
porque había oído que él había hecho esta señal.
12:19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís
nada. Mirad, el mundo se va tras él.
Unos griegos buscan a Jesús
12:20 Había ciertos griegos entre los que habían subido
a adorar en la fiesta.
12:21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea,
y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
12:22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés
y Felipe se lo dijeron a Jesús.
12:23 Jesús les respondió diciendo: Ha
llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
12:24 De cierto, de cierto os digo, que si el
grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere,
lleva mucho fruto.
12:25 El que ama su vida, la perderá;
y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
12:26 Si alguno me sirve, sígame; y donde
yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si
alguno me sirviere, mi Padre le honrará.
Jesús anuncia su muerte
12:27 Ahora está turbada mi alma; ¿y
qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas
para esto he llegado a esta hora.
12:28 Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré
otra vez.
12:29 Y la multitud que estaba allí, y había oído
la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían:
Un ángel le ha hablado.
12:30 Respondió Jesús y dijo: No
ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.
12:31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora
el príncipe de este mundo será echado fuera.
12:32 Y yo, si fuere levantado de la tierra,
a todos atraeré a mí mismo.
12:33 Y decía esto dando a entender de qué muerte iba
a morir.
12:34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la
ley, que el Cristo permanece para siempre.
¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo
del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
12:35 Entonces Jesús les dijo: Aún
por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis
luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas,
no sabe a dónde va.
12:36 Entre tanto que tenéis la luz, creed
en la luz, para que seáis hijos de luz.
Incredulidad de los judíos
Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó
de ellos.
12:37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales
delante de ellos, no creían en él;
12:38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que
dijo:
Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
12:39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
12:40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su
corazón; Para que no vean con los
ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan y yo los sane.
12:41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló
acerca de él.
12:42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él;
pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de
la sinagoga.
12:43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria
de Dios.
Las palabras de Jesús juzgarán a los hombres
12:44 Jesús clamó y dijo: El que
cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió;
12:45 y el que me ve, ve al que me envió.
12:46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que
todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
12:47 Al que oye mis palabras, y no las guarda,
yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al
mundo.
12:48 El que me rechaza, y no recibe mis palabras,
tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará
en el día postrero.
12:49 Porque yo no he hablado por mi propia cuenta;
el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he
de decir, y de lo que he de hablar.
12:50 Y sé que su mandamiento es vida
eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo
ha dicho.
Capítulo 13
Jesús lava los pies de sus discípulos
13:1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora
había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
13:2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el
corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase,
13:3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas
las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,
13:4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando
una toalla, se la ciñó.
13:5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies
de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
13:6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor,
¿tú me lavas los pies?
13:7 Respondió Jesús y le dijo: Lo
que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás
después.
13:8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús
le respondió: Si no te lavare, no tendrás
parte conmigo.
13:9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies,
sino también las manos y la cabeza.
13:10 Jesús le dijo: El que está
lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio;
y vosotros limpios estáis, aunque no todos.
13:11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo:
No
estáis limpios todos.
13:12 Así que, después que les hubo lavado los pies,
tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis
lo que os he hecho?
13:13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor;
y decís bien, porque lo soy.
13:14 Pues si yo, el Señor y el Maestro,
he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros.
13:15 Porque ejemplo os he dado, para que como
yo os he hecho, vosotros también hagáis.
13:16 De cierto, de cierto os digo: El siervo
no es mayor que su señor,
ni el enviado es mayor que el que le envió.
13:17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados
seréis si las hiciereis.
13:18 No hablo de todos vosotros; yo sé
a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come
pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.
13:19 Desde ahora os lo digo antes que suceda,
para que cuando suceda, creáis que yo soy.
13:20 De cierto, de cierto os digo: El que recibe
al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí,
recibe al que me envió.
Jesús anuncia la traición de Judas
(Mt. 26.20-25; Mr.
14.17-21; Lc. 22.21-23)
13:21 Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu,
y declaró y dijo: De cierto, de cierto os
digo, que uno de vosotros me va a entregar.
13:22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando
de quién hablaba.
13:23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba
recostado al lado de Jesús.
13:24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para
que preguntase quién era aquel de quien hablaba.
13:25 El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo:
Señor, ¿quién es?
13:26 Respondió Jesús: A quien
yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio
a Judas Iscariote hijo de Simón.
13:27 Y después del bocado, Satanás entró en él.
Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer,
hazlo más pronto.
13:28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por
qué le dijo esto.
13:29 Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa,
que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta;
o que diese algo a los pobres.
13:30 Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió;
y era ya de noche.
El nuevo mandamiento
13:31 Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora
es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él.
13:32 Si Dios es glorificado en él, Dios
también le glorificará en sí mismo, y en seguida le
glorificará.
13:33 Hijitos, aún estaré con vosotros
un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así
os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir.
13:34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis
unos a otros;
como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
13:35 En esto conocerán todos que sois
mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.31-35; Mr.
14.27-31; Lc. 22.31-34)
13:36 Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde
vas? Jesús le respondió: A donde yo
voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después.
13:37 Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo
seguir ahora? Mi vida pondré por ti.
13:38 Jesús le respondió: ¿Tu
vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará
el gallo, sin que me hayas negado tres veces.
Capítulo 14
Jesús, el camino al Padre
14:1 No se turbe vuestro corazón; creéis
en Dios, creed también en mí.
14:2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay;
si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar
para vosotros.
14:3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis.
14:4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis
el camino.
14:5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde
vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
14:7 Si me conocieseis, también a mi Padre
conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis
visto.
14:8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos
basta.
14:9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo
hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices
tú: Muéstranos el Padre?
14:10 ¿No crees que yo soy en el Padre,
y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por
mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace
las obras.
14:11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre
en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
14:12 De cierto, de cierto os digo: El que en
mí cree, las obras que yo hago, él las hará también;
y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.
14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14:14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
La promesa del Espíritu Santo
14:15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.
14:16 Y yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
14:17 el Espíritu de verdad, al cual el
mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
14:18 No os dejaré huérfanos; vendré
a vosotros.
14:19 Todavía un poco, y el mundo no me
verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo,
vosotros también viviréis.
14:20 En aquel día vosotros conoceréis
que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
14:21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi
Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
14:22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo
es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
14:23 Respondió Jesús y le dijo: El
que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos
a él, y haremos morada con él.
14:24 El que no me ama, no guarda mis palabras;
y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre
que me envió.
14:25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros.
14:26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo,
a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
14:27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os
la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo.
14:28 Habéis oído que yo os he
dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado,
porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.
14:29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda,
para que cuando suceda, creáis.
14:30 No hablaré ya mucho con vosotros;
porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en
mí.
14:31 Mas para que el mundo conozca que amo al
Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos
de aquí.
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