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Capítulo 1
Dedicatoria a Teófilo
1:1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de
las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
1:2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo
vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,
1:3 me ha parecido también a mí, después de haber
investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas
por orden, oh excelentísimo Teófilo,
1:4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has
sido instruido.
Anuncio del nacimiento de Juan
1:5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado
Zacarías, de la clase de Abías;
su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
1:6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en
todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
1:7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril,
y ambos eran ya de edad avanzada.
1:8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante
de Dios según el orden de su clase,
1:9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte
ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.
1:10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del
incienso.
1:11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto
en pie a la derecha del altar del incienso.
1:12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió
temor.
1:13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque
tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará
a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
1:14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán
de su nacimiento;
1:15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino
ni sidra,
y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de
su madre.
1:16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan
al Señor Dios de ellos.
1:17 E irá delante de él con el espíritu y el
poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a
los hijos,
y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor
un pueblo bien dispuesto.
1:18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré
esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.
1:19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel,
que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas
buenas nuevas.
1:20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta
el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras,
las cuales se cumplirán a su tiempo.
1:21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba
de que él se demorase en el santuario.
1:22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron
que había visto visión en el santuario. El les hablaba por
señas, y permaneció mudo.
1:23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.
1:24 Después de aquellos días concibió su mujer
Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
1:25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días
en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
Anuncio del nacimiento de Jesús
1:26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
1:27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José,
de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
1:28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve,
muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las
mujeres.
1:29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba
qué salutación sería esta.
1:30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque
has hallado gracia delante de Dios.
1:31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz
un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
1:32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo;
y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
1:33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino
no tendrá fin.
1:34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo
será esto? pues no conozco varón.
1:35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá,
será llamado Hijo de Dios.
1:36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha
concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban
estéril;
1:37 porque nada hay imposible para Dios.
1:38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor;
hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de
su presencia.
María visita a Elisabet
1:39 En aquellos días, levantándose María, fue
de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
1:40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
1:41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación
de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue
llena del Espíritu Santo,
1:42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
1:43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la
madre de mi Señor venga a mí?
1:44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación
a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
1:45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá
lo que le fue dicho de parte del Señor.
1:46 Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor;
1:47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
1:48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada
todas las generaciones.
1:49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre,
1:50 Y su misericordia es de generación en generación
A los que le temen.
1:51 Hizo proezas con su brazo;
Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
1:52 Quitó de los tronos a los poderosos,
Y exaltó a los humildes.
1:53 A los hambrientos colmó de bienes,
Y a los ricos envió vacíos.
1:54 Socorrió a Israel su siervo,
Acordándose de la misericordia
1:55 De la cual habló a nuestros padres,
Para con Abraham
y su descendencia para siempre.
1:56 Y se quedó María con ella como tres meses; después
se volvió a su casa.
Nacimiento de Juan el Bautista
1:57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento,
dio a luz un hijo.
1:58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había
engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
1:59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar
al niño;
y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías;
1:60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.
1:61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela
que se llame con ese nombre.
1:62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo
le quería llamar.
1:63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su
nombre. Y todos se maravillaron.
1:64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló
bendiciendo a Dios.
1:65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas
de Judea se divulgaron todas estas cosas.
1:66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón,
diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la
mano del Señor estaba con él.
Profecía de Zacarías
1:67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo,
y profetizó, diciendo:
1:68 Bendito el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo,
1:69 Y nos levantó un poderoso Salvador
En la casa de David su siervo,
1:70 Como habló por boca de sus santos profetas
que fueron desde el principio;
1:71 Salvación de nuestros enemigos, y de la
mano de todos los que nos aborrecieron;
1:72 Para hacer misericordia con nuestros padres,
Y acordarse de su santo pacto;
1:73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
Que nos había de conceder
1:74 Que, librados de nuestros enemigos,
Sin temor le serviríamos
1:75 En santidad y en justicia delante de él,
todos nuestros días.
1:76 Y tú, niño, profeta del Altísimo
serás llamado;
Porque irás delante de la presencia del Señor, para
preparar sus caminos;
1:77 Para dar conocimiento de salvación a su
pueblo,
Para perdón de sus pecados,
1:78 Por la entrañable misericordia de nuestro
Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
1:79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas
y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pies por camino de paz.
1:80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu;
y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación
a Israel.
Capítulo 2
Nacimiento de Jesús
(Mt. 1.18-25)
2:1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un
edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.
2:2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
2:3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
2:4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret,
a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era
de la casa y familia de David;
2:5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él,
la cual estaba encinta.
2:6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron
los días de su alumbramiento.
2:7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió
en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había
lugar para ellos en el mesón.
Los ángeles y los pastores
2:8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban
las vigilias de la noche sobre su rebaño.
2:9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor,
y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron
gran temor.
2:10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí
os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
2:11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que
es CRISTO el Señor.
2:12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño
envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
2:13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud
de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
2:14 ¡Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
2:15 Sucedió que cuando los ángeles su fueron de ellos
al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén,
y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
2:16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a
José, y al niño acostado en el pesebre.
2:17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho
acerca del niño.
2:18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores
les decían.
2:19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas
en su corazón.
2:20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas
las cosas que habían oído y visto, como se les había
dicho.
Presentación de Jesús en el templo
2:21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño,
le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto
por el ángel
antes que fuese concebido.
2:22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación
de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén
para presentarle al Señor
2:23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón
que abriere la matriz será llamado santo al Señor),
2:24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor:
Un par de tórtolas, o dos palominos.
2:25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado
Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación
de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
2:26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo,
que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
2:27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los
padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por
él conforme al rito de la ley,
2:28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
2:29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
2:30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
2:31 La cual has preparado en presencia de todos los
pueblos;
2:32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.
2:33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se
decía de él.
2:34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He
aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento
de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
2:35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean
revelados los pensamientos de muchos corazones.
2:36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel,
de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con
su marido siete años desde su virginidad,
2:37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se
apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
2:38 Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios,
y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención
en Jerusalén.
El regreso a Nazaret
2:39 Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley
del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
2:40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba
de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
El niño Jesús en el templo
2:41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la
fiesta de la pascua;
2:42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme
a la costumbre de la fiesta.
2:43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño
Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su
madre.
2:44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron
camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;
2:45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
2:46 Y aconteció que tres días después le hallaron
en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles
y preguntándoles.
2:47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia
y de sus respuestas.
2:48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo,
¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre
y yo te hemos buscado con angustia.
2:49 Entonces él les dijo: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios
de mi Padre me es necesario estar?
2:50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
2:51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba
sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
2:52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura,
y en gracia para con Dios y los hombres.
Capítulo 3
Predicación de Juan el Bautista
(Mt. 3.1-12; Mr.
1.1-8; Jn. 1.19-28)
3:1 En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César,
siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea,
y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite,
y Lisanias tetrarca de Abilinia,
3:2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra
de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
3:3 Y él fue por toda la región contigua al Jordán,
predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,
3:4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta
Isaías, que dice:
Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Enderezad sus sendas.
3:5 Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y collado;
Los caminos torcidos serán enderezados,
Y los caminos ásperos allanados;
3:6 Y verá toda carne la salvación
de Dios.
3:7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas
por él: ¡Oh generación de víboras!
¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
3:8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis
a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre;
porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
3:9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz
de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto
se corta y se echa en el fuego.
3:10 Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué
haremos?
3:11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé
al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
3:12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados,
y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
3:13 El les dijo: No exijáis más de lo que os está
ordenado.
3:14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros,
¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión
a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
3:15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos
en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
3:16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo
en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno
de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu
Santo y fuego.
3:17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era,
y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego
que nunca se apagará.
3:18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas
al pueblo.
3:19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa
de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades
que Herodes había hecho,
3:20 sobre todas ellas, añadió además esta: encerró
a Juan en la cárcel.
El bautismo de Jesús
(Mt. 3.13-17; Mr.
1.9-11)
3:21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también
Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
3:22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en
forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía:
Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
Genealogía de Jesús
(Mt. 1.1-17)
3:23 Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta
años, hijo, según se creía, de José, hijo de
Elí,
3:24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana,
hijo de José,
3:25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo
de Esli, hijo de Nagai,
3:26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de
José, hijo de Judá,
3:27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,
hijo de Neri,
3:28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo
de Er,
3:29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de
Matat,
3:30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá,
hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
3:31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de
Natán,
3:32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz,
hijo de Salmón, hijo de Naasón,
3:33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares,
hijo de Judá,
3:34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré,
hijo de Nacor,
3:35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo
de Sala,
3:36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé,
hijo de Lamec,
3:37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de
Mahalaleel, hijo de Cainán,
3:38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de
Dios.
Capítulo 4
Tentación de Jesús
(Mt. 4.1-11; Mr.
1.12-13)
4:1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán,
y fue llevado por el Espíritu al desierto
4:2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió
nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.
4:3 Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí a esta
piedra que se convierta en pan.
4:4 Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito
está: No sólo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra de Dios.
4:5 Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró
en un momento todos los reinos de la tierra.
4:6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y
la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien
quiero la doy.
4:7 Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.
4:8 Respondiendo Jesús, le dijo: Vete
de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
4:9 Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo
del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí
abajo;
4:10 porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;
4:11 y, En las manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
4:12 Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho
está: No tentarás al Señor tu Dios.
4:13 Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó
de él por un tiempo.
Jesús principia su ministerio
(Mt. 4.12-17; Mr.
1.14-15)
4:14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a
Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.
4:15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado
por todos.
Jesús en Nazaret
(Mt. 13.53-58; Mr.
6.1-6)
4:16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día
de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó
a leer.
4:17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto
el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
4:18 El Espíritu del Señor
está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas
a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
4:19 A predicar el año agradable
del Señor.
4:20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó;
y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
4:21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido
esta Escritura delante de vosotros.
4:22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados
de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:
¿No es éste el hijo de José?
4:23 El les dijo: Sin duda me diréis este
refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas
que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también
aquí en tu tierra.
4:24 Y añadió: De cierto os digo,
que ningún profeta es acepto en su propia tierra.
4:25 Y en verdad os digo que muchas viudas había
en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado
por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
4:26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías,
sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
4:27 Y muchos leprosos había en Israel
en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino
Naamán el sirio.
4:28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de
ira;
4:29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron
hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos,
para despeñarle.
4:30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.
Un hombre que tenía un espíritu inmundo
(Mr. 1.21-28)
4:31 Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y
les enseñaba en los días de reposo.
4:32 Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
4:33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu
de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
4:34 diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros,
Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco
quién eres, el Santo de Dios.
4:35 Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate,
y sal de él. Entonces el demonio,
derribándole en medio de ellos, salió de él, y no
le hizo daño alguno.
4:36 Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo:
¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los
espíritus inmundos, y salen?
4:37 Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos.
Jesús sana a la suegra de Pedro
(Mt. 8.14-15; Mr.
1.29-31)
4:38 Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga,
y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía
una gran fiebre; y le rogaron por ella.
4:39 E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre;
y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les
servía.
Muchos sanados al ponerse el sol
(Mt. 8.16-17; Mr.
1.32-34)
4:40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas
enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos
sobre cada uno de ellos, los sanaba.
4:41 También salían demonios de muchos, dando voces y
diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía
y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
Jesús recorre Galilea predicando
(Mr. 1.35-39)
4:42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto;
y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para
que no se fuera de ellos.
4:43 Pero él les dijo: Es necesario que
también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios;
porque para esto he sido enviado.
4:44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
Capítulo 5
La pesca milagrosa
(Mt. 4.18-22; Mr.
1.16-20)
5:1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret,
el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra
de Dios.
5:2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los
pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
5:3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón,
le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose,
enseñaba desde la barca a la multitud.
5:4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga
mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5:5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos
estado trabajando, y nada hemos pescado;
mas en tu palabra echaré la red.
5:6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces,
y su red se rompía.
5:7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban
en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron
ambas barcas, de tal manera que se hundían.
5:8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús,
diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre
pecador.
5:9 Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había
apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
5:10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros
de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No
temas; desde ahora serás pescador de hombres.
5:11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo,
le siguieron.
Jesús sana a un leproso
(Mt. 8.1-4; Mr.
1.40-45)
5:12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se
presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús,
se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor,
si quieres, puedes limpiarme.
5:13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo:
Quiero;
sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
5:14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino
ve, le dijo, muéstrate al sacerdote,
y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés,
para testimonio a ellos.
5:15 Pero su fama se extendía más y más; y se
reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus
enfermedades.
5:16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9.1-8; Mr.
2.1-12)
5:17 Aconteció un día, que él estaba enseñando,
y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían
venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y
el poder del Señor estaba con él para sanar.
5:18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho
a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y
ponerle delante de él.
5:19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron
encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole
en medio, delante de Jesús.
5:20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre,
tus pecados te son perdonados.
5:21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo:
¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién
puede perdonar pecados sino sólo Dios?
5:22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo
les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros
corazones?
5:23 ¿Qué es más fácil,
decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
5:24 Pues para que sepáis que el Hijo
del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecadosdijo
al paralítico):A ti te digo: Levántate,
toma tu lecho, y vete a tu casa.
5:25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando
el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
5:26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos
de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
Llamamiento de Leví
(Mt. 9.9-13; Mr.
2.13-17)
5:27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano
llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos,
y le dijo: Sígueme.
5:28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.
5:29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había
mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la
mesa con ellos.
5:30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos,
diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos
y pecadores?
5:31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los
que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
5:32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores
al arrepentimiento.
La pregunta sobre el ayuno
(Mt. 9.14-17; Mr.
2.18-22)
5:33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos
de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos,
pero los tuyos comen y beben?
5:34 El les dijo: ¿Podéis acaso
hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo
está con ellos?
5:35 Mas vendrán días cuando el
esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
5:36 Les dijo también una parábola: Nadie
corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues
si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de
él no armoniza con el viejo.
5:37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos;
de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará,
y los odres se perderán.
5:38 Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha
de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
5:39 Y ninguno que beba del añejo, quiere
luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
Capítulo 6
Los discípulos recogen espigas en el día
de reposo
(Mt. 12.1-8; Mr.
2.23-28)
6:1 Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús
por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían,
restregándolas con las manos.
6:2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis
lo que no es lícito hacer en los días de reposo?
6:3 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni
aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre
él, y los que con él estaban;
6:4 cómo entró en la casa de Dios,
y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito
comer sino sólo a los sacerdotes,
y comió, y dio también a los que estaban con él?
6:5 Y les decía: El Hijo del Hombre es
Señor aun del día de reposo.
El hombre de la mano seca
(Mt. 12.9-14; Mr.
3.1-6)
6:6 Aconteció también en otro día de reposo, que
él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí
un hombre que tenía seca la mano derecha.
6:7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día
de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.
6:8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo
al hombre que tenía la mano seca: Levántate,
y ponte en medio. Y él, levantándose,
se puso en pie.
6:9 Entonces Jesús les dijo: Os
preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo
hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla?
6:10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende
tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.
6:11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué
podrían hacer contra Jesús.
Elección de los doce apóstoles
(Mt. 10.1-4; Mr.
3.13-19)
6:12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó
la noche orando a Dios.
6:13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos,
y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó
apóstoles:
6:14 a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés
su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
6:15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado
Zelote,
6:16 Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a
ser el traidor.
Jesús atiende a una multitud
(Mt. 4.23-25)
6:17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en
compañía de sus discípulos y de una gran multitud
de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de
Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados
de sus enfermedades;
6:18 y los que habían sido atormentados de espíritus
inmundos eran sanados.
6:19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de
él y sanaba a todos.
Bienaventuranzas y ayes
(Mt. 5.1-12)
6:20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados
vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
6:21 Bienaventurados los que ahora tenéis
hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis,
porque reiréis.
6:22 Bienaventurados seréis cuando los
hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen,
y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
6:23 Gozaos en aquel día, y alegraos,
porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos;
porque así hacían sus padres con los profetas.
6:24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque
ya tenéis vuestro consuelo.
6:25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis
saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que
ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
6:26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres
con los falsos profetas.
El amor hacia los enemigos, y la regla de oro
(Mt. 5.38-48; 7.12)
6:27 Pero a vosotros los que oís, os digo:
Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
6:28 bendecid a los que os maldicen, y orad por
los que os calumnian.
6:29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale
también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica
le niegues.
6:30 A cualquiera que te pida, dale; y al que
tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
6:31 Y como queréis que hagan los hombres
con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
6:32 Porque si amáis a los que os aman,
¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores aman a los que los aman.
6:33 Y si hacéis bien a los que os hacen
bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores hacen lo mismo.
6:34 Y si prestáis a aquellos de quienes
esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir
otro tanto.
6:35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced
bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón
grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es
benigno para con los ingratos y malos.
6:36 Sed, pues, misericordiosos, como también
vuestro Padre es misericordioso.
El juzgar a los demás
(Mt. 7.1-5)
6:37 No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis
perdonados.
6:38 Dad, y se os dará; medida buena,
apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con
la misma medida con que medís, os volverán a medir.
6:39 Y les decía una parábola: ¿Acaso
puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el
hoyo?
6:40 El discípulo no es superior a su
maestro;
mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
6:41 ¿Por qué miras la paja que
está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está
en tu propio ojo?
6:42 ¿O cómo puedes decir a tu
hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo,
no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita,
saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
Por sus frutos los conoceréis
(Mt. 7.15-20)
6:43 No es buen árbol el que da malos frutos,
ni árbol malo el que da buen fruto.
6:44 Porque cada árbol se conoce por su
fruto;
pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian
uvas.
6:45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón
saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca
lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Los dos cimientos
(Mt. 7.24-27)
6:46 ¿Por qué me llamáis,
Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
6:47 Todo aquel que viene a mí, y oye
mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
6:48 Semejante es al hombre que al edificar una
casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y
cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu
contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre
la roca.
6:49 Mas el que oyó y no hizo, semejante
es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra
la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue
grande la ruina de aquella casa.
Capítulo 7
Jesús sana al siervo de un centurión
(Mt. 8.5-13)
7:1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que
le oía, entró en Capernaum.
7:2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería
mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
7:3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le
envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese
y sanase a su siervo.
7:4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole:
Es digno de que le concedas esto;
7:5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
7:6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de
la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole:
Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7:7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra,
y mi siervo será sano.
7:8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo
soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al
otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
7:9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él,
y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os
digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
7:10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron
sano al siervo que había estado enfermo.
Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín
7:11 Aconteció después, que él iba a la ciudad
que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos,
y una gran multitud.
7:12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí
que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la
cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
7:13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella,
y le dijo: No llores.
7:14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que
lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te
digo, levántate.
7:15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó
a hablar. Y lo dio a su madre.
7:16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran
profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
7:17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por
toda la región de alrededor.
Los mensajeros de Juan el Bautista
(Mt. 11.2-19)
7:18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas
cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
7:19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres
tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
7:20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan
el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú
el que había de venir, o esperaremos a otro?
7:21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas,
y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
7:22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id,
haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen,
los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
7:23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo
en mí.
7:24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir
de Juan a la gente: ta¿Qué
salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
7:25 Mas ¿qué salisteis a ver?
¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los
que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los
reyes están.
7:26 Mas ¿qué salisteis a ver?
¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
7:27 Este es de quien está escrito:
He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
7:28 Os digo que entre los nacidos de mujeres,
no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño
en el reino de Dios es mayor que él.
7:29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron
a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
7:30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon
los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados
por Juan.
7:31 Y dijo el Señor: ¿A qué,
pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué
son semejantes?
7:32 Semejantes son a los muchachos sentados
en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no
bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
7:33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía
pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe,
y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo
de publicanos y de pecadores.
7:35 Mas la sabiduría es justificada por
todos sus hijos.
Jesús en el hogar de Simón el fariseo
7:36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con
él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la
mesa.
7:37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que
Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro
con perfume;
7:38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó
a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos;
y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
7:39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo
para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y
qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
7:40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo:Simón,
una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
7:41 Un acreedor tenía dos deudores: el
uno le debía quinientos denarios,
y el otro cincuenta;
7:42 y no teniendo ellos con qué pagar,
perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará
más?
7:43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó
más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
7:44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves
esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies;
mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado
con sus cabellos.
7:45 No me diste beso; mas ésta, desde
que entré, no ha cesado de besar mis pies.
7:46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta
ha ungido con perfume mis pies.
7:47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados
le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona
poco, poco ama.
7:48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
7:49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a
decir entre sí: ¿Quién es éste, que también
perdona pecados?
7:50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te
ha salvado, vé en paz.
Capítulo 8
Mujeres que sirven a Jesús
8:1 Aconteció después, que Jesús iba por todas las
ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios,
y los doce con él,
8:2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus
malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la
que habían salido siete demonios,
8:3 Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras
muchas que le servían de sus bienes.
Parábola del sembrador
(Mt. 13.1-15, 18-23;
Mr. 4.1-20)
8:4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían
a él, les dijo por parábola:
8:5 El sembrador salió a sembrar su semilla;
y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada,
y las aves del cielo la comieron.
8:6 Otra parte cayó sobre la piedra; y
nacida, se secó, porque no tenía humedad.
8:7 Otra parte cayó entre espinos, y los
espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8:8 Y otra parte cayó en buena tierra,
y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas
cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos
para oír, oiga.
8:9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué
significa esta parábola?
8:10 Y él dijo: A vosotros os es dado
conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas,
para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
8:11 Esta es, pues, la parábola: La semilla
es la palabra de Dios.
8:12 Y los de junto al camino son los que oyen,
y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que
no crean y se salven.
8:13 Los de sobre la piedra son los que habiendo
oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces;
creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.
8:14 La que cayó entre espinos, éstos
son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las
riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
8:15 Mas la que cayó en buena tierra,
éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra
oída, y dan fruto con perseverancia.
Nada oculto que no haya de ser manifestado
(Mr. 4.21-25)
8:16 Nadie que enciende una luz la cubre con una
vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero
para que los que entran vean la luz.
8:17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser
manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
8:18 Mirad, pues, cómo oís; porque
a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo
que piensa tener se le quitará.
La madre y los hermanos de Jesús
(Mt. 12.46-50; Mr.
3.31-35)
8:19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no
podían llegar hasta él por causa de la multitud.
8:20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están
fuera y quieren verte.
8:21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre
y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
Jesús calma la tempestad
(Mt. 8.23-27;Mr.
4.35-41)
8:22 Aconteció un día, que entró en una barca con
sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro
lado del lago. Y partieron.
8:23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó
una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.
8:24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro,
Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento
y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
8:25 Y les dijo: ¿Dónde está
vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían
unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos
y a las aguas manda, y le obedecen?
El endemoniado gadareno
(Mt. 8.28-34; Mr.
5.1-20)
8:26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la
ribera opuesta a Galilea.
8:27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de
la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía
ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
8:28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose
a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo,
Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
8:29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre,
pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él;
y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido
por el demonio a los desiertos.)
8:30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo
te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios
habían entrado en él.
8:31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
8:32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían
en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.
8:33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y
el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
8:34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había
acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
8:35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús,
y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado
a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
8:36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había
sido salvado el endemoniado.
8:37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los
gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran
temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
8:38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba
que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió,
diciendo:
8:39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán
grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando
por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús
con él.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt. 9.18-26; Mr.
5.21-43)
8:40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud
con gozo; porque todos le esperaban.
8:41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal
de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba
que entrase en su casa;
8:42 porque tenía una hija única, como de doce años,
que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.
8:43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía
doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto
tenía, y por ninguno había podido ser curada,
8:44 se le acercó por detrás y tocó el borde de
su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
8:45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién
es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con
él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién
es el que me ha tocado?
8:46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado;
porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
8:47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta,
vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante
de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo
al instante había sido sanada.
8:48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado;
ve en paz.
8:49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal
de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al
Maestro.
8:50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No
temas; cree solamente, y será salva.
8:51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino
a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.
8:52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella.
Pero él dijo: No lloréis; no está
muerta, sino que duerme.
8:53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.
8:54 Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo:
Muchacha,
levántate.
8:55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se
levantó; y él mandó que se le diese de comer.
8:56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó
que a nadie dijesen lo que había sucedido.
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