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Capítulo 15
Lo que contamina al hombre
(Mr. 7. 1-23)
15:1 Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos
de Jerusalén, diciendo:
15:2 ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición
de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan.
15:3 Respondiendo él, les dijo: ¿Por
qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de
Dios por vuestra tradición?
15:4 Porque Dios mandó diciendo: Honra
a tu padre y a tu madre;
y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
15:5 Pero vosotros decís: Cualquiera que
diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que
pudiera ayudarte,
15:6 ya no ha de honrar a su padre o a su madre.
Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra
tradición.
15:7 Hipócritas, bien profetizó
de vosotros Isaías, cuando dijo:
15:8 Este pueblo de labios me
honra;
Mas su corazón está lejos de
mí.
15:9 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas, mandamientos
de hombres.
15:10 Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd,
y entended:
15:11 No lo que entra en la boca contamina al
hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
15:12 Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron:
¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?
15:13 Pero respondiendo él, dijo: Toda
planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.
15:14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos;
y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
15:15 Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola.
15:16 Jesús dijo: ¿También
vosotros sois aún sin entendimiento?
15:17 ¿No entendéis que todo lo
que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?
15:18 Pero lo que sale de la boca, del corazón
sale;
y esto contamina al hombre.
15:19 Porque del corazón salen los malos
pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos,
los falsos testimonios, las blasfemias.
15:20 Estas cosas son las que contaminan al hombre;
pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
La fe de la mujer cananea
(Mr. 7. 24-30)
15:21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región
de Tiro y de Sidón.
15:22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de
aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada
por un demonio.
15:23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose
sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da
voces tras nosotros.
15:24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino
a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
15:25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo:
¡Señor, socórreme!
15:26 Respondiendo él, dijo: No está
bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
15:27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
15:28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh
mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue
sanada desde aquella hora.
Jesús sana a muchos
15:29 Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de
Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
15:30 Y se le acercó mucha gente que traía consigo a
cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a
los pies de Jesús, y los sanó;
15:31 de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos
hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y
glorificaban al Dios de Israel.
Alimentación de los cuatro mil
(Mr. 8. 1-10)
15:32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo
compasión de la gente, porque ya hace tres días que están
conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero,
no sea que desmayen en el camino.
15:33 Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde
tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud
tan grande?
15:34 Jesús les dijo: ¿Cuántos
panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos.
15:35 Y mandó a la multitud que se recostase en tierra.
15:36 Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió
y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud.
15:37 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró
de los pedazos, siete canastas llenas.
15:38 Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin
contar las mujeres y los niños.
15:39 Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino
a la región de Magdala.
Capítulo 16
La demanda de una señal
(Mr. 8. 11-13; Lc.
12. 54-56)
16:1 Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron
que les mostrase señal
del cielo.
16:2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando
anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
16:3 Y por la mañana: Hoy habrá
tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas!
que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales
de los tiempos no podéis!
16:4 La generación mala y adúltera
demanda señal;
pero señal no le será dada, sino la señal del profeta
Jonás. Y dejándolos,
se fue.
La levadura de los fariseos
(Mr. 8. 14-21)
16:5 Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado
de traer pan.
16:6 Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos
de la levadura de los fariseos
y de los saduceos.
16:7 Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque
no trajimos pan.
16:8 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por
qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no
tenéis pan?
16:9 ¿No entendéis aún,
ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres,
y cuántas cestas recogisteis?
16:10 ¿Ni de los siete panes entre cuatro
mil,
y cuántas canastas recogisteis?
16:11 ¿Cómo es que no entendéis
que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los
fariseos y de los saduceos?
16:12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen
de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.
La confesión de Pedro
(Mr. 8. 27-30; Lc.
9. 18-21)
16:13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo,
preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
16:14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
16:15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?
16:16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo,
el Hijo del Dios viviente.
16:17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado
eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló
carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
16:18 Y yo también te digo, que tú
eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella.
16:19 Y a ti te daré las llaves del reino
de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los
cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los
cielos.
16:20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen
que él era Jesús el Cristo.
Jesús anuncia su muerte
(Mr. 8. 31--9.1; Lc.
9. 22-27)
16:21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos
que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos,
de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar
al tercer día.
16:22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle,
diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto
te acontezca.
16:23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate
de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones
la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
16:24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
y tome su cruz, y sígame.
16:25 Porque todo el que quiera salvar su vida,
la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí,
la hallará.
16:26 Porque ¿qué aprovechará
al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué
recompensa dará el hombre por su alma?
16:27 Porque el Hijo del Hombre vendrá
en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará
a cada uno conforme a sus obras.
16:28 De cierto os digo que hay algunos de los
que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que
hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
Capítulo 17
La transfiguración
(Mr. 9. 2-13; Lc.
9. 28-36)
17:1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro,
a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
17:2 y se transfiguró delante de ellos,
y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron
blancos como la luz.
17:3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías,
hablando con él.
17:4 Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para
nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres
enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
17:5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió;
y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo
amado, en quien tengo complacencia;
a él oíd.
17:6 Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus
rostros, y tuvieron gran temor.
17:7 Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo:
Levantaos,
y no temáis.
17:8 Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
17:9 Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó,
diciendo: No digáis a nadie la visión,
hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
17:10 Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por
qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías
venga primero?
17:11 Respondiendo Jesús, les dijo: A
la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas.
17:12 Mas os digo que Elías ya vino,
y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron;
así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.
17:13 Entonces los discípulos comprendieron que les había
hablado de Juan el Bautista.
Jesús sana a un muchacho lunático
(Mr. 9. 14-29; Lc.
9. 37-43)
17:14 Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que
se arrodilló delante de él, diciendo:
17:15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático,
y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas
en el agua.
17:16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han
podido sanar.
17:17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo
he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?
Traédmelo acá.
17:18 Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió
del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.
17:19 Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte,
dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?
17:20 Jesús les dijo: Por vuestra poca
fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza,
diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y
se pasará;
y nada os será imposible.
17:21 Pero este género no sale sino con
oración y ayuno.
Jesús anuncia otra vez su muerte
(Mr. 9. 30-32; Lc.
9. 43-45)
17:22 Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El
Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres,
17:23 y le matarán; mas al tercer día
resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
Pago del impuesto del templo
17:24 Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban
las dos dracmas,y
le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?
17:25 El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús
le habló primero, diciendo: ¿Qué
te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes
cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?
17:26 Pedro le respondió: De los extraños. Jesús
le dijo: Luego los hijos están exentos.
17:27 Sin embargo, para no ofenderles, ve al
mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al
abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo
por mí y por ti.
Capítulo 18
¿Quién es el mayor?
(Mr. 9. 33-37; Lc.
9. 46-48)
18:1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo:
¿Quién
es el mayor en el reino de los cielos?
18:2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de
ellos,
18:3 y dijo: De cierto os digo, que si no os
volvéis y os hacéis como niños, no entraréis
en el reino de los cielos.
18:4 Así que, cualquiera que se humille
como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
18:5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un
niño como este, a mí me recibe.
Ocasiones de caer
(Mr. 9. 42-48; Lc.
17. 1-2)
18:6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de
estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en
lo profundo del mar.
18:7 ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque
es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien
viene el tropiezo!
18:8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión
de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la
vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego
eterno.
18:9 Y si tu ojo te es ocasión de caer,
sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo
en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.
Parábola de la oveja perdida
(Lc. 15. 3-7)
18:10 Mirad que no menospreciéis a uno
de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los
cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.
18:11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para
salvar lo que se había perdido.
18:12 ¿Qué os parece? Si un hombre
tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja
las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había
descarriado?
18:13 Y si acontece que la encuentra, de cierto
os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa
y nueve que no se descarriaron.
18:14 Así, no es la voluntad de vuestro
Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.
Cómo se debe perdonar al hermano
18:15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti,
ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere,
has ganado a tu hermano.
18:16 Mas si no te oyere, toma aún contigo
a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos
conste toda palabra.
18:17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia;
y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
18:18 De cierto os digo que todo lo que atéis
en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis
en la tierra, será desatado en el cielo.
18:19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros
se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren,
les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
18:20 Porque donde están dos o tres congregados
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
18:21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas
veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta
siete?
18:22 Jesús le dijo: No te digo hasta
siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Los dos deudores
18:23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante
a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
18:24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado
uno que le debía diez mil talentos.
18:25 A éste, como no pudo pagar, ordenó
su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía,
para que se le pagase la deuda.
18:26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba,
diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré
todo.
18:27 El señor de aquel siervo, movido
a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
18:28 Pero saliendo aquel siervo, halló
a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios;
y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
18:29 Entonces su consiervo, postrándose
a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré
todo.
18:30 Mas él no quiso, sino fue y le echó
en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
18:31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se
entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que
había pasado.
18:32 Entonces, llamándole su señor,
le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me
rogaste.
18:33 ¿No debías tú también
tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
18:34 Entonces su señor, enojado, le entregó
a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 18:35 Así
también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis
de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Capítulo 19
Jesús enseña sobre
el divorcio
(Mr.
10. 1-12; Lc. 16. 18)
19:1 Aconteció que cuando Jesús terminó
estas palabras, se alejó de Galilea, y fue a las regiones de Judea
al otro lado del Jordán.
19:2 Y le siguieron grandes multitudes, y los
sanó allí.
19:3 Entonces vinieron a él los fariseos,
tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre
repudiar a su mujer por cualquier causa?
19:4 El, respondiendo, les dijo:
¿No habéis leído que el que los hizo al principio,
varón y hembra los hizo,
19:5 y dijo: Por esto el hombre dejará
padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una
sola carne?
19:6 Así que no son ya más dos,
sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe
el hombre.
19:7 Le dijeron: ¿Por qué, pues,
mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?
19:8 El les dijo:
Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió
repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.
19:9 Y yo os digo que cualquiera que repudia
a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra,
adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.
19:10 Le dijeron sus discípulos: Si así
es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse.
19:11 Entonces él les dijo:
No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado.
19:12 Pues hay eunucos que nacieron así
del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres,
y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del
reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.
Jesús bendice a los niños
(Mr.
10. 13-16; Lc. 18. 15-17)
19:13 Entonces le fueron presentados unos niños,
para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos
les reprendieron.
19:14 Pero Jesús dijo:
Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis;
porque de los tales es el reino de los cielos.
19:15 Y habiendo puesto sobre ellos las manos,
se fue de allí.
El joven rico
(Mr.
10. 17-31; Lc. 18. 18-30)
19:16 Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno,
¿qué bien haré para tener la vida eterna?
19:17 El le dijo:
¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios.
Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
19:18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús
dijo: No matarás.
No adulterarás.
No hurtarás.
No dirás falso testimonio.
19:19 Honra a tu padre y a tu madre;
y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
19:20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado
desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
19:21 Jesús le dijo:
Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres,
y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.
19:22 Oyendo el joven esta palabra, se fue triste,
porque tenía muchas posesiones.
19:23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el
reino de los cielos.
19:24 Otra vez os digo, que es más fácil
pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino
de Dios.
19:25 Sus discípulos, oyendo esto, se
asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá
ser salvo?
19:26 Y mirándolos Jesús, les dijo:
Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.
19:27 Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He
aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué,
pues, tendremos?
19:28 Y Jesús les dijo:
De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre
se siente en el trono de su gloria,
vosotros que me habéis seguido también os sentaréis
sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
19:29 Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos,
o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
19:30 Pero muchos primeros serán postreros,
y postreros, primeros.
Capítulo 20
Los obreros de la viña
20:1 Porque el reino de los cielos es semejante a
un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar
obreros para su viña.
20:2 Y habiendo convenido con los obreros en
un denario
al día, los envió a su viña.
20:3 Saliendo cerca de la hora tercera del día,
vio a otros que estaban en la plaza desocupados;
20:4 y les dijo: Id también vosotros a
mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
20:5 Salió otra vez cerca de las horas
sexta y novena, e hizo lo mismo.
20:6 Y saliendo cerca de la hora undécima,
halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué
estáis aquí todo el día desocupados?
20:7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado.
El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis
lo que sea justo.
20:8 Cuando llegó la noche, el señor
de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales
el jornal,
comenzando desde los postreros hasta los primeros.
20:9 Y al venir los que habían ido cerca
de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
20:10 Al venir también los primeros, pensaron
que habían de recibir más; pero también ellos recibieron
cada uno un denario.
20:11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre
de familia,
20:12 diciendo: Estos postreros han trabajado
una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado
la carga y el calor del día.
20:13 El, respondiendo, dijo a uno de ellos:
Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?
20:14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero
dar a este postrero, como a ti.
20:15 ¿No me es lícito hacer lo
que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque
yo soy bueno?
20:16 Así, los primeros serán postreros,
y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mr.
10. 32-34; Lc. 18. 31-34)
20:17 Subiendo Jesús a Jerusalén,
tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:
20:18 He aquí subimos a Jerusalén,
y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes
y a los escribas, y le condenarán a muerte;
20:19 y le entregarán a los gentiles para
que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día
resucitará.
Petición de Santiago y de Juan
(Mr.
10. 35-45)
20:20 Entonces se le acercó la madre de
los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y
pidiéndole algo.
20:21 El le dijo:
¿Qué quieres? Ella le dijo:
Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a
tu derecha, y el otro a tu izquierda.
20:22 Entonces Jesús respondiendo, dijo:
No
sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso
que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
Y
ellos le dijeron: Podemos.
20:23 El les dijo:
A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy
bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a
mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está
preparado por mi Padre.
20:24 Cuando los diez oyeron esto, se enojaron
contra los dos hermanos.
20:25 Entonces Jesús, llamándolos,
dijo: Sabéis que los gobernantes de
las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen
sobre ellas potestad.
20:26 Mas entre vosotros no será así,
sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor,
20:27 y el que quiera ser el primero entre vosotros
será vuestro siervo;
20:28 como el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Dos ciegos reciben la vista
(Mr.
10. 6-52; Lc. 18. 35-43)
20:29 Al salir ellos de Jericó, le seguía
una gran multitud.
20:30 Y dos ciegos que estaban sentados junto
al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
20:31 Y la gente les reprendió para que
callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
20:32 Y deteniéndose Jesús, los
llamó, y les dijo: ¿Qué
queréis que os haga?
20:33 Ellos le dijeron: Señor, que sean
abiertos nuestros ojos.
20:34 Entonces Jesús, compadecido, les
tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.
Capítulo 21
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mr.
11. 1-11; Lc. 19. 28-40; Jn.
12. 12-19)
21:1 Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron
a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos
discípulos,
21:2 diciéndoles:
Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis
una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.
21:3 Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor
los necesita; y luego los enviará.
21:4 Todo esto aconteció para que se cumpliese
lo dicho por el profeta, cuando dijo:
21:5 Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.
21:6 Y los discípulos fueron, e hicieron
como Jesús les mandó;
21:7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron
sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
21:8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía
sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles,
y las tendían en el camino.
21:9 Y la gente que iba delante y la que iba
detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna
al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!
21:10 Cuando entró él en Jerusalén,
toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?
21:11 Y la gente decía: Este es Jesús
el profeta, de Nazaret de Galilea.
Purificación del templo
(Mr.
11. 15-19; Lc. 19. 45-48; Jn.
2. 13-22)
21:12 Y entró Jesús en el templo
de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban
en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de
los que vendían palomas;
21:13 y les dijo: Escrito está: Mi
casa, casa de oración será llamada;
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
21:14 Y vinieron a él en el templo ciegos
y cojos, y los sanó.
21:15 Pero los principales sacerdotes y los escribas,
viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en
el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,
21:16 y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos
dicen? Y Jesús les dijo: Sí;
¿nunca leísteis:
De la boca de los niños y de los que
maman
Perfeccionaste la alabanza?
21:17 Y dejándolos, salió fuera
de la ciudad a Betania, y posó allí.
Maldición de la higuera estéril
(Mr.
11. 12-14, 20-26)
21:18 Por la mañana, volviendo a la ciudad,
tuvo hambre.
21:19 Y viendo una higuera cerca del camino,
vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le
dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto.
Y
luego se secó la higuera.
21:20 Viendo esto los discípulos, decían
maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?
21:21 Respondiendo Jesús, les dijo:
De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis
esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y
échate en el mar, será hecho.
21:22 Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis.
La autoridad de Jesús
(Mr.
11. 27-33; Lc. 20. 1-8)
21:23 Cuando vino al templo, los principales sacerdotes
y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba,
y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y
quién te dio esta autoridad?
21:24 Respondiendo Jesús, les dijo:
Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis,
también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
21:25 El bautismo de Juan, ¿de dónde
era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos
entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo,
nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
21:26 Y si decimos, de los hombres, tememos al
pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
21:27 Y respondiendo a Jesús, dijeron:
No sabemos. Y él también les dijo:
Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los dos hijos
21:28 Pero ¿qué os parece? Un hombre
tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo,
vé hoy a trabajar en mi viña.
21:29 Respondiendo él, dijo: No quiero;
pero después, arrepentido, fue.
21:30 Y acercándose al otro, le dijo de
la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor,
voy. Y no fue.
21:31 ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero.
Jesús les dijo: De cierto os digo,
que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.
21:32 Porque vino a vosotros Juan en camino de
justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le
creyeron;
y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.
Los labradores malvados
(Mr.
12. 1-12; Lc. 20. 9-19)
21:33 Oíd otra parábola: Hubo un
hombre, padre de familia, el cual plantó una viña,
la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó
una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
21:34 Y cuando se acercó el tiempo de
los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen
sus frutos.
21:35 Mas los labradores, tomando a los siervos,
a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon.
21:36 Envió de nuevo otros siervos, más
que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera.
21:37 Finalmente les envió su hijo, diciendo:
Tendrán respeto a mi hijo.
21:38 Mas los labradores, cuando vieron al hijo,
dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle,
y apoderémonos de su heredad.
21:39 Y tomándole, le echaron fuera de
la viña, y le mataron.
21:40 Cuando venga, pues, el señor de
la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
21:41 Le dijeron: A los malos destruirá
sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores,
que le paguen el fruto a su tiempo.
21:42 Jesús les dijo:
¿Nunca leísteis en las Escrituras:
La piedra que desecharon los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
21:43 Por tanto os digo, que el reino de Dios
será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca
los frutos de él.
21:44 Y el que cayere sobre esta piedra será
quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
21:45 Y oyendo sus parábolas los principales
sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos.
21:46 Pero al buscar cómo echarle mano,
temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta.
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