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Capítulo 22
Parábola de la fiesta
de bodas
22:1 Respondiendo Jesús, les volvió
a hablar en parábolas, diciendo:
22:2 El reino de los cielos es semejante a un
rey que hizo fiesta de bodas a su hijo;
22:3 y envió a sus siervos a llamar a
los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir.
22:4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo:
Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros
y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid
a las bodas.
22:5 Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno
a su labranza, y otro a sus negocios;
22:6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron
y los mataron.
22:7 Al oírlo el rey, se enojó;
y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas,
y quemó su ciudad.
22:8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a
la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran
dignos.
22:9 Id, pues, a las salidas de los caminos,
y llamad a las bodas a cuantos halléis.
22:10 Y saliendo los siervos por los caminos,
juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas
fueron llenas de convidados.
22:11 Y entró el rey para ver a los convidados,
y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.
22:12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste
aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.
22:13 Entonces el rey dijo a los que servían:
Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí
será el lloro y el crujir de dientes.
22:14 Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.
La cuestión del tributo
(Mr.
12. 13-17; Lc. 20. 20-26)
22:15 Entonces se fueron los fariseos y consultaron
cómo sorprenderle en alguna palabra.
22:16 Y le enviaron los discípulos de
ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de
la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no
te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres.
22:17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es
lícito dar tributo a César, o no?
22:18 Pero Jesús, conociendo la malicia
de ellos, les dijo: ¿Por qué
me tentáis, hipócritas?
22:19 Mostradme la moneda del tributo. Y
ellos le presentaron un denario.
22:20 Entonces les dijo:¿De
quién es esta imagen, y la inscripción?
22:21 Le dijeron: De César. Y les dijo:
Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es
de Dios.
22:22 Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole,
se fueron.
La pregunta sobre la resurrección
(Mr.
12. 18-27; Lc. 20. 27-40)
22:23 Aquel día vinieron a él los
saduceos, que dicen que no hay resurrección,
y le preguntaron,
22:24 diciendo: Maestro, Moisés dijo:
Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer,
y levantará descendencia a su hermano.
22:25 Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos;
el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia,
dejó su mujer a su hermano.
22:26 De la misma manera también el segundo,
y el tercero, hasta el séptimo.
22:27 Y después de todos murió
también la mujer.
22:28 En la resurrección, pues, ¿de
cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?
22:29 Entonces respondiendo Jesús, les
dijo: Erráis, ignorando las Escrituras
y el poder de Dios.
22:30 Porque en la resurrección ni se
casarán ni se darán en casamiento, sino serán como
los ángeles de Dios en el cielo.
22:31 Pero respecto a la resurrección
de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho
por Dios, cuando dijo:
22:32 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob?
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
22:33 Oyendo esto la gente, se admiraba de su
doctrina.
El gran mandamiento
(Mr.
12. 28-34)
22:34 Entonces los fariseos, oyendo que había
hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
22:35 Y uno de ellos, intérprete de la
ley, preguntó por tentarle,
diciendo:
22:36 Maestro, ¿cuál es el gran
mandamiento en la ley?
22:37 Jesús le dijo:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente.
22:38 Este es el primero y grande mandamiento.
22:39 Y el segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.
22:40 De estos dos mandamientos depende toda
la ley y los profetas.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mr.
12. 35-37; Lc. 20. 41-44)
22:41 Y estando juntos los fariseos, Jesús
les preguntó,
22:42 diciendo:
¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es
hijo? Le dijeron: De David.
22:43 El les dijo:
¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor,
diciendo:
22:44 Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado
de tus pies?
22:45 Pues si David le llama Señor, ¿cómo
es su hijo?
22:46 Y nadie le podía responder palabra;
ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.
Capítulo 23
Jesús acusa a escribas
y fariseos
(Mr.
12. 38-40; Lc. 11. 37-54; 20.
45-47)
23:1 Entonces habló Jesús a la gente
y a sus discípulos, diciendo:
23:2 En la cátedra de Moisés se
sientan los escribas y los fariseos.
23:3 Así que, todo lo que os digan que
guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus
obras, porque dicen, y no hacen.
23:4 Porque atan cargas pesadas y difíciles
de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni
con un dedo quieren moverlas.
23:5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos
por los hombres.
Pues ensanchan sus filacterias,
y extienden los flecos
de sus mantos;
23:6 y aman los primeros asientos en las cenas,
y las primeras sillas en las sinagogas,
23:7 y las salutaciones en las plazas, y que
los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
23:8 Pero vosotros no queráis que os llamen
Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros
sois hermanos.
23:9 Y no llaméis padre vuestro a nadie
en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
23:10 Ni seáis llamados maestros; porque
uno es vuestro Maestro, el Cristo.
23:11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro
siervo.
23:12 Porque el que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido.
23:13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante
de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar
a los que están entrando.
23:14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como
pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor
condenación.
23:15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito,
y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno
que vosotros.
23:16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos!
que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno
jura por el oro del templo, es deudor.
23:17 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál
es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
23:18 También decís: Si alguno
jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está
sobre él, es deudor.
23:19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál
es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
23:20 Pues el que jura por el altar, jura por
él, y por todo lo que está sobre él;
23:21 y el que jura por el templo, jura por él,
y por el que lo habita;
23:22 y el que jura por el cielo, jura por el
trono de Dios,
y por aquel que está sentado en él.
23:23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino,
y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia
y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
23:24 ¡Guías ciegos, que coláis
el mosquito, y tragáis el camello!
23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato,
pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
23:26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo
de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea
limpio.
23:27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados,
que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están
llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
23:28 Así también vosotros por
fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro
estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
23:29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas,
y adornáis los monumentos de los justos,
23:30 y decís: Si hubiésemos vivido
en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices
en la sangre de los profetas.
23:31 Así que dais testimonio contra vosotros
mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
23:32 ¡Vosotros también llenad la
medida de vuestros padres!
23:33 ¡Serpientes, generación de
víboras!
¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
23:34 Por tanto, he aquí yo os envío
profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis,
y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis
de ciudad en ciudad;
23:35 para que venga sobre vosotros toda la sangre
justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel
el justo hasta la sangre de Zacarías
hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.
23:36 De cierto os digo que todo esto vendrá
sobre esta generación.
Lamento de Jesús sobre Jerusalén
(Lc.
13. 34-35)
23:37 ¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo
de las alas, y no quisiste!
23:38 He aquí vuestra casa os es dejada
desierta.
23:39 Porque os digo que desde ahora no me veréis,
hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Capítulo 24
Jesús predice la destrucción
del templo
(Mr.
13. 1-2; Lc. 21. 5-6)
24:1 Cuando Jesús salió del templo
y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios
del templo.
24:2 Respondiendo él, les dijo: ¿Veis
todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra
sobre piedra, que no sea derribada.
Señales antes del fin
(Mr.
13. 3-23; Lc. 21. 7-24)
24:3 Y estando él sentado en el monte de
los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte,
diciendo: Dinos, ¿cuándo serán
estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del
fin del siglo?
24:4 Respondiendo Jesús, les dijo:
Mirad que nadie os engañe.
24:5 Porque vendrán muchos en mi nombre,
diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
24:6 Y oiréis de guerras y rumores de
guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto
acontezca; pero aún no es el fin.
24:7 Porque se levantará nación
contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres,
y terremotos en diferentes lugares.
24:8 Y todo esto será principio de dolores.
24:9 Entonces os entregarán a tribulación,
y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por
causa de mi nombre.
24:10 Muchos tropezarán entonces, y se
entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
24:11 Y muchos falsos profetas se levantarán,
y engañarán a muchos;
24:12 y por haberse multiplicado la maldad, el
amor de muchos se enfriará.
24:13 Mas el que persevere hasta el fin, éste
será salvo.
24:14 Y será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces
vendrá el fin.
24:15 Por tanto, cuando veáis en el lugar
santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel
(el que lee, entienda),
24:16 entonces los que estén en Judea,
huyan a los montes.
24:17 El que esté en la azotea, no descienda
para tomar algo de su casa;
24:18 y el que esté en el campo, no vuelva
atrás para tomar su capa.
24:19 Mas ¡ay de las que estén encintas,
y de las que críen en aquellos días!
24:20 Orad, pues, que vuestra huida no sea en
invierno ni en día de reposo;
24:21 porque habrá entonces gran tribulación,
cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.
24:22 Y si aquellos días no fuesen acortados,
nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días
serán acortados.
24:23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí
está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis.
24:24 Porque se levantarán falsos Cristos,
y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de
tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
24:25 Ya os lo he dicho antes.
24:26 Así que, si os dijeren: Mirad, está
en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos,
no lo creáis.
24:27 Porque como el relámpago que sale
del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también
la venida del Hijo del Hombre.
24:28 Porque dondequiera que estuviere el cuerpo
muerto, allí se juntarán las águilas.
La venida del Hijo del Hombre
(Mr.
13. 24-37; Lc. 21. 25-36; 17.
25-36; 12. 41-48)
24:29 E inmediatamente después de la tribulación
de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará
su resplandor, y las estrellas caerán del cielo,
y las potencias de los cielos serán conmovidas.
24:30 Entonces aparecerá la señal
del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las
tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las
nubes del cielo,
con poder y gran gloria.
24:31 Y enviará sus ángeles con
gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro
vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
24:32 De la higuera aprended la parábola:
Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis
que el verano está cerca.
24:33 Así también vosotros, cuando
veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las
puertas.
24:34 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
24:35 El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán.
24:36 Pero del día y la hora nadie sabe,
ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.
24:37 Mas como en los días de Noé,
así será la venida del Hijo del Hombre.
24:38 Porque como en los días antes del
diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento,
hasta el día en que Noé entró en el arca,
24:39 y no entendieron hasta que vino el diluvio
y se los llevó a todos,
así será también la venida del Hijo del Hombre.
24:40 Entonces estarán dos en el campo;
el uno será tomado, y el otro será dejado.
24:41 Dos mujeres estarán moliendo en
un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
24:42 Velad, pues, porque no sabéis a
qué hora ha de venir vuestro Señor.
24:43 Pero sabed esto, que si el padre de familia
supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría,
y no dejaría minar su casa.
24:44 Por tanto, también vosotros estad
preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
24:45 ¿Quién es, pues, el siervo
fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les
dé el alimento a tiempo?
24:46 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando
su señor venga, le halle haciendo así.
24:47 De cierto os digo que sobre todos sus bienes
le pondrá.
24:48 Pero si aquel siervo malo dijere en su
corazón: Mi señor tarda en venir;
24:49 y comenzare a golpear a sus consiervos,
y aun a comer y a beber con los borrachos,
24:50 vendrá el señor de aquel
siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe,
24:51 y lo castigará duramente, y pondrá
su parte con los hipócritas; allí será el lloro y
el crujir de dientes.
Capítulo 25
Parábola de las diez vírgenes
25:1 Entonces el reino de los cielos será
semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas,
salieron a recibir al esposo.
25:2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
25:3 Las insensatas, tomando sus lámparas,
no tomaron consigo aceite;
25:4 mas las prudentes tomaron aceite en sus
vasijas, juntamente con sus lámparas.
25:5 Y tardándose el esposo, cabecearon
todas y se durmieron.
25:6 Y a la medianoche se oyó un clamor:
¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!
25:7 Entonces todas aquellas vírgenes
se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
25:8 Y las insensatas dijeron a las prudentes:
Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
25:9 Mas las prudentes respondieron diciendo:
Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los
que venden, y comprad para vosotras mismas.
25:10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino
el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas;
y se cerró la puerta.
25:11 Después vinieron también
las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor,
ábrenos!
25:12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto
os digo, que no os conozco.
25:13 Velad, pues, porque no sabéis el
día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
Parábola de los talentos
25:14 Porque el reino de los cielos es como un
hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó
sus bienes.
25:15 A uno dio cinco talentos,
y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego
se fue lejos.
25:16 Y el que había recibido cinco talentos
fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos
25:17 Asimismo el que había recibido dos,
ganó también otros dos.
25:18 Pero el que había recibido uno fue
y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
25:19 Después de mucho tiempo vino el
señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
25:20 Y llegando el que había recibido
cinco talentos,
trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste;
aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
25:21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo
y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor.
25:22 Llegando también el que había
recibido dos talentos,
dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros dos talentos sobre ellos.
25:23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo
y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor.
25:24 Pero llegando también el que había
recibido un talento,
dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas
donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25:25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí
tu talento
en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
25:26 Respondiendo su señor, le dijo:
Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré,
y que recojo donde no esparcí.
25:27 Por tanto, debías haber dado mi
dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío
con los intereses.
25:28 Quitadle, pues, el talento,
y dadlo al que tiene diez talentos.
25:29 Porque al que tiene, le será dado,
y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será
quitado.
25:30 Y al siervo inútil echadle en las
tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
El juicio de las naciones
25:31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria,
y todos los santos ángeles con él,
entonces se sentará en su trono de gloria,
25:32 y serán reunidas delante de él
todas las naciones; y apartarálos unos de los otros, como aparta
el pastor las ovejas de los cabritos.
25:33 Y pondrá las ovejas a su derecha,
y los cabritos a su izquierda.
25:34 Entonces el Rey dirá a los de su
derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros
desde la fundación del mundo.
25:35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer;
tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
25:36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo,
y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
25:37 Entonces los justos le responderán
diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te
sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
25:38 ¿Y cuándo te vimos forastero,
y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
25:39 ¿O cuándo te vimos enfermo,
o en la cárcel, y vinimos a ti?
25:40 Y respondiendo el Rey, les dirá:
De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos
más pequeños, a mí lo hicisteis.
25:41 Entonces dirá también a los
de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles.
25:42 Porque tuve hambre, y no me disteis de
comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
25:43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve
desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
25:44 Entonces también ellos le responderán
diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento,
forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
25:45 Entonces les responderá diciendo:
De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más
pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
25:46 E irán éstos al castigo eterno,
y los justos a la vida eterna.
Capítulo 26
El complot para prender a Jesús
(Mr.
14. 1-2; Lc. 22. 1-2; Jn.
11. 45-53)
26:1 Cuando hubo acabado Jesús todas estas
palabras, dijo a sus discípulos:
26:2 Sabéis que dentro de dos días
se celebra la pascua,
y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
26:3 Entonces los principales sacerdotes, los
escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote
llamado Caifás,
26:4 y tuvieron consejo para prender con engaño
a Jesús, y matarle.
26:5 Pero decían: No durante la fiesta,
para que no se haga alboroto en el pueblo.
Jesús es ungido en Betania
(Mr.
14. 3-9; Jn. 12. 1-8)
26:6 Y estando Jesús en Betania, en casa
de Simón el leproso,
26:7 vino a él una mujer, con un vaso
de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza
de él, estando sentado a la mesa.
26:8 Al ver esto, los discípulos se enojaron,
diciendo: ¿Para qué este desperdicio?
26:9 Porque esto podía haberse vendido
a gran precio, y haberse dado a los pobres.
26:10 Y entendiéndolo Jesús, les
dijo: ¿Por qué molestáis
a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra.
26:11 Porque siempre tendréis pobres con
vosotros,
pero a mí no siempre me tendréis.
26:12 Porque al derramar este perfume sobre mi
cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.
26:13 De cierto os digo que dondequiera que se
predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará
lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
Judas ofrece entregar a Jesús
(Mr.
14. 10-11; Lc. 22. 3-6)
26:14 Entonces uno de los doce, que se llamaba
Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes,
26:15 y les dijo: ¿Qué me queréis
dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de
plata.
26:16 Y desde entonces buscaba oportunidad para
entregarle.
Institución de la Cena del Señor
(Mr.
14. 12-25; Lc. 22. 7-23; Jn.
13. 21-30; 1 Co. 11. 23-26)
26:17 El primer día de la fiesta de los
panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole:
¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?
26:18 Y él dijo:
Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está
cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.
26:19 Y los discípulos hicieron como Jesús
les mandó, y prepararon la pascua.
26:20 Cuando llegó la noche, se sentó
a la mesa con los doce.
26:21 Y mientras comían, dijo:
De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar.
26:22 Y entristecidos en gran manera, comenzó
cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?
26:23 Entonces él respondiendo, dijo:
El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar.
26:24 A la verdad el Hijo del Hombre va, según
está escrito de él,
mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!
Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
26:25 Entonces respondiendo Judas, el que le
entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo:
Tú lo has dicho.
26:26 Y mientras comían, tomó Jesús
el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y
dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
26:27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias,
les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
26:28 porque esto es mi sangre
del nuevo pacto,
que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
26:29 Y os digo que desde ahora no beberé
más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba
nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mr.
14. 26-31; Lc. 22. 31-34; Jn.
13. 36-38)
26:30 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron
al monte de los Olivos.
26:31 Entonces Jesús les dijo:
Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque
escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño
serán dispersadas.
26:32 Pero después que haya resucitado,
iré delante de vosotros a Galilea.
26:33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos
se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
26:34 Jesús le dijo:
De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás
tres veces.
26:35 Pedro le dijo: Aunque me sea necesario
morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron
lo mismo.
Jesús ora en Getsemaní
(Mr.
14. 32-42; Lc. 22. 39-46)
26:36 Entonces llegó Jesús con ellos
a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
26:37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de
Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
26:38 Entonces Jesús les dijo:
Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y
velad conmigo.
26:39 Yendo un poco adelante, se postró
sobre su rostro, orando y diciendo: Padre
mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como
yo quiero, sino como tú.
26:40 Vino luego a sus discípulos, y los
halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así
que no habéis podido velar conmigo una hora?
26:41 Velad y orad, para que no entréis
en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto,
pero la carne es débil.
26:42 Otra vez fue, y oró por segunda
vez, diciendo: Padre mío, si no puede
pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
26:43 Vino otra vez y los halló durmiendo,
porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
26:44 Y dejándolos, se fue de nuevo, y
oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
26:45 Entonces vino a sus discípulos y
les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí
ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
26:46 Levantaos, vamos; ved, se acerca el que
me entrega.
Arresto de Jesús
(Mr.
14. 43-50; Lc. 22. 47-53; Jn.
18. 2-11)
26:47 Mientras todavía hablaba, vino Judas,
uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte
de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
26:48 Y el que le entregaba les había
dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle.
26:49 Y en seguida se acercó a Jesús
y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó.
26:50 Y Jesús le dijo:
Amigo, ¿a qué vienes? Entonces
se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
26:51 Pero uno de los que estaban con Jesús,
extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del
sumo sacerdote, le quitó la oreja.
26:52 Entonces Jesús le dijo:
Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada
perecerán.
26:53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora
orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce
legiones de ángeles?
26:54 ¿Pero cómo entonces se cumplirían
las Escrituras, de que es necesario que así se haga?
26:55 En aquella hora dijo Jesús a la
gente:¿Como contra un ladrón
habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día
me sentaba con vosotros enseñando en el templo,
y no me prendisteis.
26:56 Mas todo esto sucede, para que se cumplan
las Escrituras de los profetas.Entonces
todos los discípulos, dejándole, huyeron.
Jesús ante el concilio
(Mr.
14. 53-65; Lc. 22. 54, 63-71; Jn.
18. 12-14, 19-24)
26:57 Los que prendieron a Jesús le llevaron
al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y
los ancianos.
26:58 Mas Pedro le seguía de lejos hasta
el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles,
para ver el fin.
26:59 Y los principales sacerdotes y los ancianos
y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para
entregarle a la muerte,
26:60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos
falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos,
26:61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar
el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.
26:62 Y levantándose el sumo sacerdote,
le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos
contra ti?
26:63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo
sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres
tú el Cristo, el Hijo de Dios.
26:64 Jesús le dijo:
Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis
al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en
las nubes del cielo.
26:65 Entonces el sumo sacerdote rasgó
sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más
necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis
oído su blasfemia.
26:66 ¿Qué os parece? Y respondiendo
ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!
26:67 Entonces le escupieron en el rostro, y
le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban,
26:68 diciendo: Profetízanos, Cristo,
quién es el que te golpeó.
Pedro niega a Jesús
(Mr.
14. 66-72; Lc. 22. 55-62; Jn.
18. 15-18, 25-27)
26:69 Pedro estaba sentado fuera en el patio;
y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas
con Jesús el galileo.
26:70 Mas él negó delante de todos,
diciendo: No sé lo que dices.
26:71 Saliendo él a la puerta, le vio
otra, y dijo a los que estaban allí: También éste
estaba con Jesús el nazareno.
26:72 Pero él negó otra vez con
juramento: No conozco al hombre.
26:73 Un poco después, acercándose
los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también
tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
26:74 Entonces él comenzó a maldecir,
y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.
26:75 Entonces Pedro se acordó de las
palabras de Jesús, que le había dicho:Antes
que cante el gallo, me negarás tres veces. Y
saliendo fuera, lloró amargamente.
Capítulo 27
Jesús ante Pilato
(Mr.
15. 1; Lc. 23. 1-2; Jn.
18. 28-32)
27:1 Venida la mañana, todos los principales
sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús,
para entregarle a muerte.
27:2 Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio
Pilato, el gobernador.
Muerte de Judas
27:3 Entonces Judas, el que le había entregado,
viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas
de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,
27:4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre
inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros?
¡Allá tú!
27:5 Y arrojando las piezas de plata en el templo,
salió, y fue y se ahorcó.
27:6 Los principales sacerdotes, tomando las
piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de
las ofrendas, porque es precio de sangre.
27:7 Y después de consultar, compraron
con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.
27:8 Por lo cual aquel campo se llama hasta el
día de hoy: Campo de sangre.
27:9 Así se cumplió lo dicho por
el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de
plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de
Israel;
27:10 y las dieron para el campo del alfarero,
como me ordenó el Señor.
Pilato interroga a Jesús
(Mr.
15. 2-5; Lc. 23. 3-5; Jn.
18. 33-38)
27:11 Jesús, pues, estaba en pie delante
del gobernador; y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres
tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo:
Tú lo dices.
27:12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes
y por los ancianos, nada respondió.
27:13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes
cuántas cosas testifican contra ti?
27:14 Pero Jesús no le respondió
ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
Jesús sentenciado a muerte
(Mr.
15. 6-20; Lc. 23. 13-25; Jn.
18. 38--19.16)
27:15 Ahora bien, en el día de la fiesta
acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen.
27:16 Y tenían entonces un preso famoso
llamado Barrabás.
27:17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato:
¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás,
o a Jesús, llamado el Cristo?
27:18 Porque sabía que por envidia le
habían entregado.
27:19 Y estando él sentado en el tribunal,
su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque
hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.
27:20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos
persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús
fuese muerto.
27:21 Y respondiendo el gobernador, les dijo:
¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos
dijeron: A Barrabás.
27:22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues,
haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea
crucificado!
27:23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué
mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea
crucificado!
27:24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino
que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó
las manos
delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo;
allá vosotros.
27:25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su
sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
27:26 Entonces les soltó a Barrabás;
y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27:27 Entonces los soldados del gobernador llevaron
a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la
compañía;
27:28 y desnudándole, le echaron encima
un manto de escarlata,
27:29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida
de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla
delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey
de los judíos!
27:30 Y escupiéndole, tomaban la caña
y le golpeaban en la cabeza.
27:31 Después de haberle escarnecido,
le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mr.
15. 21-41; Lc. 23. 26-49; Jn.
19. 17-30)
27:32 Cuando salían, hallaron a un hombre
de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase
la cruz.
27:33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota,
que significa: Lugar de la Calavera,
27:34 le dieron a beber vinagre mezclado con
hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
27:35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron
entre sí sus vestidos, echando suertes,
para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí
mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
27:36 Y sentados le guardaban allí.
27:37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita:
ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.
27:38 Entonces crucificaron con él a dos
ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
27:39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando
la cabeza,
27:40 y diciendo: Tú que derribas el templo,
y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.
27:41 De esta manera también los principales
sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los
ancianos, decían:
27:42 A otros salvó, a sí mismo
no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz,
y creeremos en él.
27:43 Confió en Dios; líbrele ahora
si le quiere;
porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.
27:44 Lo mismo le injuriaban también los
ladrones que estaban crucificados con él.
27:45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre
toda la tierra hasta la hora novena.
27:46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó
a gran voz, diciendo: Elí, Elí,
¿lama sabactani? Esto es: Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
27:47 Algunos de los que estaban allí
decían, al oírlo: A Elías llama éste.
27:48 Y al instante, corriendo uno de ellos,
tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola
en una caña, le dio a beber.
27:49 Pero los otros decían: Deja, veamos
si viene Elías a librarle.
27:50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado
a gran voz, entregó el espíritu.
27:51 Y he aquí, el velo
del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló,
y las rocas se partieron;
27:52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos
de santos que habían dormido, se levantaron;
27:53 y saliendo de los sepulcros, después
de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron
a muchos.
27:54 El centurión, y los que estaban
con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas
que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente
éste era Hijo de Dios.
27:55 Estaban allí muchas mujeres mirando
de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea,
sirviéndole,
27:56 entre las cuales estaban María Magdalena,
María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos
de Zebedeo.
Jesús es sepultado
(Mr.
15. 42-47; Lc. 23. 50-56;
Jn. 19. 38-42)
27:57 Cuando llegó la noche, vino un hombre
rico de Arimatea, llamado José, que también había
sido discípulo de Jesús.
27:58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo
de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
27:59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió
en una sábana limpia,
27:60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había
labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra
a la entrada del sepulcro, se fue.
27:61 Y estaban allí María Magdalena,
y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
La guardia ante la tumba
27:62 Al día siguiente, que es después
de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los
fariseos ante Pilato,
27:63 diciendo: Señor, nos acordamos que
aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres
días resucitaré.
27:64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro
hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de
noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos.
Y será el postrer error peor que el primero.
27:65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis
una guardia; id, aseguradlo como sabéis.
27:66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro,
sellando la piedra y poniendo la guardia.
Capítulo 28
La resurrección
(Mr.
16. 1-8; Lc. 24. 1-12; Jn.
20. 1-10)
28:1 Pasado el día de reposo, al amanecer
del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la
otra María, a ver el sepulcro.
28:2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel
del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la
piedra, y se sentó sobre ella.
28:3 Su aspecto era como un relámpago,
y su vestido blanco como la nieve.
28:4 Y de miedo de él los guardas temblaron
y se quedaron como muertos.
28:5 Mas el ángel, respondiendo, dijo
a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis
a Jesús, el que fue crucificado.
28:6 No está aquí, pues ha resucitado,
como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
28:7 E id pronto y decid a sus discípulos
que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros
a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
28:8 Entonces ellas, saliendo del sepulcro con
temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.
Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,
28:9 he aquí, Jesús les salió
al encuentro, diciendo: ¡Salve!
Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
28:10 Entonces Jesús les dijo:
No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea,
y allí me verán.
El informe de la guardia
28:11 Mientras ellas iban, he aquí unos
de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes
de todas las cosas que habían acontecido.
28:12 Y reunidos con los ancianos, y habido consejo,
dieron mucho dinero a los soldados,
28:13 diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos
vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos.
28:14 Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros
le persuadiremos, y os pondremos a salvo.
28:15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como
se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos
hasta el día de hoy.
La gran comisión
(Mr.
16. 14-18; Lc. 24. 36-49; Jn.
20. 19-23)
28:16 Pero los once discípulos se fueron
a Galilea,
al monte donde Jesús les había ordenado.
28:17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos
dudaban.
28:18 Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo
y en la tierra.
28:19 Por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo;
28:20 enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
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