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Capítulo 1
Genealogía de Jesucristo
(Lc.
3. 23-38)
1:1 Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo
de Abraham.
1:2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá
y a sus hermanos.
1:3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a
Esrom, y Esrom a Aram.
1:4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón
a Salmón.
1:5 Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró
de Rut a Obed, y Obed a Isa.
1:6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró
a Salomón de la que fue mujer de Urías.
1:7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías,
y Abías a Asa.
1:8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías.
1:9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías.
1:10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés
a Amón, y Amón a Josías.
1:11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos,
en el tiempo de la deportación a Babilonia.
1:12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías
engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel.
1:13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim
a Azor.
1:14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud.
1:15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán
a Jacob;
1:16 y Jacob engendró a José, marido de María,
de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
1:17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David
son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia,
catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.
Nacimiento de Jesucristo
(Lc. 2. 1-7)
1:18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María
su madre con José,
antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu
Santo.
1:19 José su marido, como era justo, y no quería infamarla,
quiso dejarla secretamente.
1:20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del
Señor le apareció en sueños y le dijo: José,
hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que
en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
1:21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
1:22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por
el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
1:23 He aquí, una virgen concebirá y dará
a luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel,
que traducido es: Dios con nosotros.
1:24 Y despertando José del sueño, hizo como el ángel
del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.
1:25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito;
y le puso por nombre JESÚS.
Capítulo 2
La visita de los magos
2:1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días
del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
2:2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos,
que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos
a adorarle.
2:3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén
con él.
2:4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del
pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.
2:5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está
escrito por el profeta:
2:6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes
de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará a mi pueblo Israel.
2:7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó
de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;
2:8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad
con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo
saber, para que yo también vaya y le adore.
2:9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí
la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos,
hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.
2:10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.
2:11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María,
y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron
presentes: oro, incienso y mirra.
2:12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que
no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Matanza de los niños
2:13 Después que partieron ellos, he aquí un ángel
del Señor apareció en sueños a José y dijo:
Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y
permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que
Herodes buscará al niño para matarlo.
2:14 Y él, despertando, tomó de noche al niño
y a su madre, y se fue a Egipto,
2:15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese
lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto
llamé a mi Hijo.
2:16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó
mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años
que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al
tiempo que había inquirido de los magos.
2:17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías,
cuando dijo:
2:18 Voz fue oída en Ramá,
Grande lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora a sus hijos,
Y no quiso ser consolada, porque perecieron.
2:19 Pero después de muerto Herodes, he aquí un ángel
del Señor apareció en sueños a José en Egipto,
2:20 diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre,
y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte
del niño.
2:21 Entonces él se levantó, y tomó al niño
y a su madre, y vino a tierra de Israel.
2:22 Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes
su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación
en sueños, se fue a la región de Galilea,
2:23 y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret,
para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría
de ser llamado nazareno.
Capítulo 3
Predicación de Juan el Bautista
(Mr. 1. 1-8; Lc.
3. 1-9, 15-17; Jn. 1. 19-28)
3:1 En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto
de Judea,
3:2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos
se ha acercado. 3:3 Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas.
3:4 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto
de cuero alrededor de sus lomos;
y su comida era langostas y miel silvestre.
3:5 Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda
la provincia de alrededor del Jordán,
3:6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando
sus pecados.
3:7 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían
a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras!
¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
3:8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
3:9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham
tenemos por padre;
porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas
piedras.
3:10 Y ya también el hacha está puesta a la raíz
de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto
es cortado y echado en el fuego.
3:11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el
que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más
poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo
y fuego.
3:12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era;
y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego
que nunca se apagará.
El bautismo de Jesús
(Mr. 1. 9-11; Lc.
3. 21-22)
3:13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán,
para ser bautizado por él.
3:14 Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado
por ti, ¿y tú vienes a mí?
3:15 Pero Jesús le respondió: Deja
ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces
le dejó.
3:16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió
luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu
de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.
3:17 Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo
amado, en quien tengo complacencia.
Capítulo 4
Tentación de Jesús
(Mr. 1. 12-13; Lc.
4. 1-13)
4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto,
para ser tentado por el diablo.
4:2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta
noches, tuvo hambre.
4:3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en pan.
4:4 Él respondió y dijo: Escrito
está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios.
4:5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso
sobre el pináculo del templo,
4:6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito
está:
A sus ángeles mandará acerca de ti,
y,
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
4:7 Jesús le dijo: Escrito está
también: No tentarás al Señor tu Dios.
4:8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró
todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
4:9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
4:10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás,
porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y
a él sólo servirás.
4:11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles
y le servían.
Jesús principia su ministerio
(Mr. 1. 14-20; Lc.
4. 14-15; 5. 1-11; 6.
17-19)
4:12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso,
volvió a Galilea;
4:13 y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum,
ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí,
4:14 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando
dijo:
4:15 Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
4:16 El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció.
4:17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir:
Arrepentíos,
porque el reino de los cielos
se ha acercado.
4:18 Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos,
Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la
red en el mar; porque eran pescadores.
4:19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y
os haré pescadores de hombres.
4:20 Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.
4:21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo
de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban
sus redes; y los llamó.
4:22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.
4:23 Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando
en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando
toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
4:24 Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos
los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades
y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y
los sanó.
4:25 Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis,
de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.
Capítulo 5
El Sermón del monte: Las bienaventuranzas
(Lc. 6. 20-23)
5:1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron
a él sus discípulos.
5:2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
5:4 Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación.
5:5 Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad.
5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia, porque ellos serán saciados.
5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia.
5:8 Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios.
5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque
ellos serán llamados hijos de Dios.
5:10 Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
5:11 Bienaventurados sois cuando por mi causa
os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,
mintiendo.
5:12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón
es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas
que fueron antes de vosotros.
La sal de la tierra
5:13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si
la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve
más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
La luz del mundo
5:14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad
asentada sobre un monte
no se puede esconder.
5:15 Ni se enciende una luz y se pone debajo
de un almud,sino
sobre el candelero,
y alumbra a todos los que están en casa.
5:16 Así alumbre vuestra luz delante de
los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos.
Jesús y la ley
5:17 No penséis que he venido para abrogar
la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
5:18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen
el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará
de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
5:19 De manera que cualquiera que quebrante uno
de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a
los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los
cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será
llamado grande en el reino de los cielos.
5:20 Porque os digo que si vuestra justicia no
fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el
reino de los cielos.
Jesús y la ira
(Lc. 12. 57-59)
5:21 Oísteis que fue dicho a los antiguos:
No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio.
5:22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje
contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga:
Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera
que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.
5:23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar,
y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
5:24 deja allí tu ofrenda delante del
altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven
y presenta tu ofrenda.
5:25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto,
entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en
la cárcel.
5:26 De cierto te digo que no saldrás
de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Jesús y el adulterio
5:27 Oísteis que fue dicho: No cometerás
adulterio.
5:28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
5:29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
5:30 Y si tu mano derecha te es ocasión
de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Jesús y el divorcio
5:31 También fue dicho: Cualquiera que
repudie a su mujer, dele carta de divorcio.
5:32 Pero yo os digo que el que repudia a su
mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere;
y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
Jesús y los juramentos
5:33 Además habéis oído que
fue dicho a los antiguos: No perjurarás,
sino cumplirás al Señor tus juramentos.
5:34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna
manera;ni
por el cielo, porque es el trono de Dios;
5:35 ni por la tierra, porque es el estrado de
sus pies;
ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
5:36 Ni por tu cabeza jurarás, porque
no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.
5:37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí;
no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
El amor hacia los enemigos
(Lc. 6. 27-36)
5:38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo,
y diente por diente.
5:39 Pero yo os digo: No resistáis al
que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele
también la otra;
5:40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte
la túnica, déjale también la capa;
5:41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga
por una milla,vecon
él dos.
5:42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar
de ti prestado, no se lo rehúses.
5:43 Oísteis que fue dicho: Amarás
a tu prójimo,
y aborrecerás a tu enemigo.
5:44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad
por los que os ultrajan y os persiguen;
5:45 para que seáis hijos de vuestro Padre
que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos,
y que hace llover sobre justos e injustos.
5:46 Porque si amáis a los que os aman,
¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también
lo mismo los publicanos?
5:47 Y si saludáis a vuestros hermanos
solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen
también así los gentiles?
5:48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro
Padre que está en los cielos es perfecto.
Capítulo 6
Jesús y la limosna
6:1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante de
los hombres, para ser vistos de ellos;
de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está
en los cielos.
6:2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar
trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas
y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que
ya tienen su recompensa.
6:3 Mas cuando tú des limosna, no sepa
tu izquierda lo que hace tu derecha,
6:4 para que sea tu limosna en secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Jesús y la oración
(Lc. 11. 2-4)
6:5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas;
porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de
las calles, para ser vistos de los hombres;
de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
6:6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento,
y cerrada la puerta,
ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto
te recompensará en público.
6:7 Y orando, no uséis vanas repeticiones,
como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán
oídos.
6:8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos;
porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros le pidáis.
6:9 Vosotros, pues, oraréis así:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
6:10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así también en la tierra.
6:11 El pan nuestro de cada día, dánoslo
hoy.
6:12 Y perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
6:13 Y no nos metas en tentación, mas
líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria,
por todos los siglos. Amén.
6:14 Porque si perdonáis a los hombres
sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre
celestial;
6:15 mas si no perdonáis a los hombres
sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Jesús y el ayuno
6:16 Cuando ayunéis, no seáis austeros,
como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar
a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
6:17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza
y lava tu rostro,
6:18 para no mostrar a los hombres que ayunas,
sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto
te recompensará en público.
Tesoros en el cielo
(Lc. 12. 32-34)
6:19 No os hagáis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompen,
y donde ladrones minan y hurtan;
6:20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni
la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
6:21 Porque donde esté vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón.
La lámpara del cuerpo
(Lc. 11. 33-36)
6:22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así
que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;
6:23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo
estaráen tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas,
¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
Dios y las riquezas
6:24 Ninguno puede servir a dos señores;
porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará
al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y
a las riquezas.
El afán y la ansiedad
(Lc. 12. 22-31)
6:25 Por tanto os digo: No os afanéis por
vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis
de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No
es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
6:26 Mirad las aves del cielo, que no siembran,
ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
6:27 ¿Y quién de vosotros podrá,
por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
6:28 Y
por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los
lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
6:29 pero os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria
se vistió así como uno de ellos.
6:30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana
se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho
más a vosotros, hombres de poca fe?
6:31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué
comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas;
pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas
estas cosas.
6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios
y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
6:34 Así que, no os afanéis por
el día de mañana, porque el día de mañana traerá
su afán. Basta a cada día su propio mal.
Capítulo 7
El juzgar a los demás
(Lc. 6. 37-38, 41-42)
7:1 No juzguéis, para que no seáis
juzgados.
7:2 Porque con el juicio con que juzgáis,
seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será
medido.
7:3 ¿Y por qué miras la paja que
está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está
en tu propio ojo?
7:4 ¿O cómo dirás a tu hermano:
Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo
tuyo?
7:5 ¡Hipócrita! saca primero la
viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja
del ojo de tu hermano.
7:6 No deis lo santo a los perros, ni echéis
vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan
y os despedacen.
La oración, y la regla de oro
(Lc. 11. 9-13; 6. 31)
7:7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá.
7:8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el
que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
7:9 ¿Qué hombre hay de vosotros,
que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
7:10 ¿O si le pide un pescado, le dará
una serpiente?
7:11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis
dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a
los que le pidan?
7:12 Así que, todas las cosas que queráis
que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros
con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
La puerta estrecha
(Lc. 13. 24)
7:13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha
es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y
muchos son los que entran por ella;
7:14 porque estrecha es la puerta, y angosto
el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Por sus frutos los conoceréis
(Lc. 6. 43-44)
7:15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen
a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
7:16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso
se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
7:17 Así, todo buen árbol da buenos
frutos, pero el árbol malo da frutos malos.
7:18 No puede el buen árbol dar malos
frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.
7:19 Todo árbol que no da buen fruto,
es cortado y echado en el fuego.
7:20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
Nunca os conocí
(Lc. 13. 25-27)
7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos.
7:22 Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en
tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
7:23 Y entonces les declararé: Nunca os
conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Los dos cimientos
(Lc. 6. 46-49)
7:24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras,
y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó
su casa sobre la roca.
7:25 Descendió lluvia, y vinieron ríos,
y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó,
porque estaba fundada sobre la roca.
7:26 Pero cualquiera que me oye estas palabras
y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó
su casa sobre la arena;
7:27 y descendió lluvia, y vinieron ríos,
y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó,
y fue grande su ruina.
7:28 Y cuando terminó Jesús estas
palabras, la gente se admiraba de su doctrina;
7:29 porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas.
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